miércoles, 22 de octubre de 2008

BARRIO



Barrio mi querido barrio, llevo en mi memoria recuerdos de ayer, y del que anhelo recorrer de nuevo para mis nostalgias volver a vivir.
Sueño con la vieja escuela, con la muchachada que en ella estudiaba, y que hoy se encuentra lejos de nosotros por otros caminos que Dios les mandó.
Pienso en mi noviecita, coqueta y bonita, que un día dejara para irme a otras tierras donde una fortuna pudiera encontrar…”

(Barrio / Pacheco y su Charanga)

Maravilloso suburbio de esquinas impregnadas con los recuerdos de viejas amistades que nacieron escuchando historias reinventadas.
Arrabal de besos, sexos mojados y cigarrillos perseguidos por el policía de siempre, exilio de cuervos y jíbaros con tufo de cerveza conseguida con la venta del encargo.
Caminando tus calles conocí mi colegio, y por tus calles caminé con un puñado de tareas escolares sin terminar

Fuiste nido de revoltosos e inconformes, de radicales mentirosos disfrazados con camisetas multicolores adornadas con la imagen del Ché Guevara que inventó Korda.
Tus parques fueron teatros para alucinados, y punto de encuentro para los dueños del amor verdadero y el deseo furtivo, morgue para desocupados y viciosos en potencia, paraíso de la marihuana escondida en las hendijas de tus andenes y alcantarillas, universo de colores de la Amanita, harem de empleadas domésticas acosadas por soldados en franquicia, basurero de amanecidos y de la Phillips Morris, paredón de eyaculadores precoces y de alcohólicos casi anónimos.

Los fines de semana te convertías en cuna de rumberos, en compañero inseparable de amores solitarios, y conciliador de citas clandestinas, en progenitor de barras de muchachos adoradores del rock y las esquinas, en guarida de amantes de la Sonora Matancera, Celio González, Panchito, Contreras, Ledesma, Cortijo, Laserie, Richie Ray y Pete Rodríguez, en trinchera de pedreas inconclusas, en campo de batalla entre galladas de rebeldes sin causa y de los otros, en escenario de peleas a trompadas y cadena a la salida del colegio, y de tropeles a pico de botella y piedra cuando terminaban las fiestas.

“Barrio tranquilo de mi ayer, como un triste atardecer, a tu esquina vuelvo viejo, vuelvo vencido.
La vida me ha cambiado, y a mi cabello plata de de años le ha dejado durante el tiempo en el que fui viajero del dolor, y con mi andar de soñador comprobé que cada beso lo pagué con una copa”. No existe diferencia entre el canto urbano de la salsa y el canto de arrabal del tango, y me tuve que ir de tus calles para descubrirlo, y hoy recuerdo que cuando vivía bajo tu techo, repudiaba toda posible relación.

Quisiera ver nuevamente tus domingos brillantes y disfrutar de los olores de la tinta de imprenta y del mango biche que entraba por las ventanas de tus casas disparejas, escuchar en los alrededores del estadio los gritos de gol vividos en clásicos de fútbol llenos de boogaloo, olor a carne frita y neveras vacías.
Hoy como ayer, quiero que la tarde muera para que lleguen los lunes de ratas muertas un sábado cualquiera, envueltas en periódicos del jueves.

Barrio, ya no existes, y mi ciudad tampoco.
La comunión entre nosotros ya no es la misma. Te convertiste y no recuerdo en que momento, en mercado jurásico de long play y en cementerio de radiolas y de televisores en blanco y negro mientras tus mujeres mataban ilusiones.

Como extraño aquéllas tardes en las que me permitiste descubrir la esencia del guaguancó y el sonido bestial que vivía escondido en los surcos de las 33 RPM de mis primeros discos comprados en Cardona Hermanos.
Cada cosa es un recuerdo que se agita en mi memoria.
Debo agradecer que me mostraste en fiestas y amanecidas, que se podía gozar como lo hacían en las emisoras, cambiando la velocidad de los discos de 33 a 45 RPM, para que el tocadiscos reemplazara el sonido lento del Hueso, El Silbidito, y la Micaela de Pete Rodríguez, por azotadas de baldosa inolvidables.

En una de mis tantas tardes de sábado y boronda, me dijiste ¡Cómetelo hasta el hueso, cómetelo!, Y me lancé al ruedo a bailar boogaloo hasta botarme con Micaela.
Recuerdo barrio querido cuando me dijiste que existían otras barriadas y otros sonidos en los que vivían inmersos los del otro lado de la ciudad, y que me confundí cuando mezclaste el sur con el norte, las notas de Richie Ray con las que le sacaba Santana a su Paul Reed Smith, el ambiente del teatro San Fernando con el del Calima, el amor con el deseo, el caminado de Teresa con mis imaginaciones, y las llegadas con las despedidas.

Desde el parque, desde tu parque, con la angustia del lunes devorando mis entrañas, y con las actitudes de un hombre serio que asesinó al niño que llevaba adentro, te miro y trato de imaginar como eras antes de mi partida. Por eso me he apoderado nuevamente de tus sitios, de esos que alguna vez fueron míos para volver a ser yo y poder recordar en medio de mis escritos, a Teresa, la hembra que me dio Saoco na má, y que aprendió a cambiar el paso porque se le podía romper el vestido como a la Encarnación del Judío Maravilloso.

He estado buscando en tus cambiadas calles, su cintura de palmera, su olor a pelo recién lavado, el aroma de su ropa interior limpia, y la fragancia del perfume Halston que le traían de Miami. La he vuelto a soñar comiendo grosellas con sal y limón a la salida del colegio en el que estudiaba, y practicando con Lucy, el último paso de baile aprendido los sábados en las Tardes del Latino.

A pesar del tiempo transcurrido y de mis tristezas amontonadas, todavía vive en mi memoria el aroma a chicle de menta mezclado con cigarrillo Marlboro y Cannabis que vivía en su boca, y que gocé cuando la besaba mientras nos apretábamos en la puerta de su casa.
Desde el parque, desde tu parque en el que hoy me encuentro después de muchos años, escudriño desesperadamente tus cuatro costados buscando a mis amigos o lo que queda de ellos, y al no encontrarlos, procuro a pesar de mis cansancios y soledades, ser el mismo de siempre, aquél mancito que conociste recorriendo tus calles, evadiendo responsabilidades, y jugando a ser hombre cuando la muerte tan solo era circunstancial.

Barrio mi querido barrio, ayer atravesé la avenida principal y subí hasta tu parte vieja a reconocer esquinas, pero infortunadamente me he enterado de que tus nuevos habitantes, los que ahora te gozan y violan en medio de culturas importadas, solamente hablan de ajuste de cuentas, de parches en lugar de galladas, de cruces entre oficinas y compinches, de sudores comprados a perfumadas prostitutas que se rotan en fines de semana los aretes que le faltan a la luna.
Por todo esto, he jurado que tus calles ya no serán mías, y que después de romper el pacto, no les perteneceré nunca más.

Barrio, escuchaste mi bronca, y para castigar mi infidelidad hacia todo lo que representaste en mi vida, me has llevado hasta la cuadra en la que estuvo ubicada la casa de Teresa, la hembra que me presentaste ese sábado de cine club y de boronda cuando se me perdió la cartera y ya no tenía más dinero, y sin que te lo preguntara me dijiste con indiferencia, que la Teresa de los sábados por la tarde vive en Bruselas, que organizó su vida con un italiano no sé si de los buenos o de los de escopeta recortada, que es abuela, y que nunca más volvió a bailar los sábados, porque antes de irse para Europa, ya se habían acabado las Tardes del Latino, el buen rock, la salsa, el Cuba libre y la Coca Cola con pitillo, que además no volvió a usar los bluyines blancos que le marcaban todo lo que yo soñaba cuando la veía caminar, que no come chicle, no fuma Marlboro ni bareta, que su pelo ya no huele a Halston, ni vuela con el viento, y que tampoco utiliza por encima del ombligo, franelas amarillas sin brasier para que se le dibujen las puntas de los pezones endurecidos como lo hacía en la época en la que bailamos en una sola baldosa, “Samba pa ti”.


Luis Carlos Bonilla Sandoval - Medellín, Febrero 7 de 2004

1 comentario:

FRANCISCO PINZÓN BEDOYA dijo...

"Barrio, barrio, que tenés el alam inquieta de un gorrión sentimental... es todo el barrio malevo, melodía de arrabal... Barrio, perdoná si al evocarte se me pianta un lafgrimón que al rodar en tu empedrao es un beso porolongao que te da... mi corazón."

Al leer tu barrio, se pareció al mío, en otra calidez, en otro contexto más samario, pero... se me vino a la mente este Gardel...

Saludos y felicitaciones, desde el lector que soy...

Francisco

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