sábado, 29 de enero de 2011

EDUARDO GALEANO: Para los mayores de cuarenta



"Soy un escritor que quisiera contribuir al rescate de la memoria secuestrada de toda América, pero sobre todo de América Latina, tierra despreciada y entrañable."

Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco.
No hace tanto, con mi mujer, lavábamos los pañales de los niños, los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita, los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a usar. Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de botar todo por la borda, incluyendo los pañales ¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables!

Si, ya lo sé, a nuestra generación siempre le costó tirar las cosas. Ni los desechos nos resultaron muy desechables, y así anduvimos por las calles guardando los mocos en el pañuelo de tela del bolsillo. No, yo no digo que eso era mejor, lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra. Lo más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto. Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de sonido una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor del computador todas las navidades.

Guardo hasta los vasos desechables, lavo los guantes de látex para usar de nuevo, es que vengo de un tiempo en el que las cosas se compraban para toda la vida, es más, se compraban para la vida de los que venían después. La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, vajillas y hasta palanganas, y ahora resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado la nevera tres veces.

Nos están fastidiando. Yo los descubrí. Lo hacen adrede. Hoy todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo. Nada se repara. Lo obsoleto es de fábrica. ¿Dónde están los zapateros arreglando las media-suelas de los tenis Nike?
¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando colchones casa por casa? ¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista? ¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros?

Todo se desecha y, mientras tanto, producimos más y más y más basura. El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad. El que tenga menos de 40 años no va a creer esto: Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el que recogía la basura. Lo juro. Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII)

No existía el plástico ni el nylo, la goma sólo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando, las quemábamos en la Fiesta de San Juan.
Los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban. De por ahí vengo yo y no es que haya sido mejor, es que no es fácil para un pobre tipo al que lo educaron con el "guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo", pasarse al "compre y tire que ya se viene el modelo nuevo".

Mi cabeza no resiste tanto. Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de Celular una vez por semana, sino que, además, cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real. A mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya si era un nombre como para cambiarlo) Me educaron para guardar todo, lo que servía y lo que no, porque algún día las cosas podían volver servir. Le dábamos crédito a todo.

Si, ya lo sé tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no. Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas del jardín infantil y no sé cómo no guardamos la primera caquita del bebe.

¿Cómo hacer entender a esa gente que me cuesta desprenderme de mi celular a los pocos meses de comprarlo? ¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente, no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con la que se consiguieron? En casa teníamos un mueble con cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubiertos.
Y guardábamos ¡Cómo guardábamos! Todo lo guardábamos. Guardábamos hasta las tapas de los refrescos ¿Cómo para qué? para limpia-zapatos, los poníamos delante de la puerta para quitarnos el barro. También, enganchadas a una piola, se convertían en cortinas para los bares.

¡Ah, las cosas que usábamos!: faroles, agujas, botones que perdían a sus camisas y carreteles que se quedaban sin hilo, se iban amontonando en el tercer y en el cuarto cajón... partes de lapiceros que algún día podíamos volver a usar. Tubitos de plástico sin la tinta, tubitos de tinta sin el plástico, capuchones sin el lapicero, lapiceros sin el capuchón, encendedores sin gas, o encendedores que perdían el resorte, resortes que perdían a su encendedor, etc.

Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos la recarga de los encendedores descartables. Y las cuchillas, Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el año escolar.
Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave. ¡Y las pilas! Las pilas, pasaban del congelador al techo de la casa porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más. No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que una rosa.

Las cosas NO eran desechables. Eran guardables. ¡Ah, los Periódicos! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de caucho, para poner en el piso en los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver las plátanos o la papaya verde. ¡Ah, las veces que nos enterábamos de alguna noticia leyendo el diario pegado a un trozo de carne!

Y guardábamos también el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer guías de Pinitos de Navidad y las páginas del Almanaque para hacer cuadros, los goteros de las medicinas por si algún medicamento no traía el cuentagotas, los fósforos usados porque podíamos prender una hornilla, las cajas de cartón los de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos y los frasquitos de las inyecciones con tapitas de goma se amontonaban vaya a saber con qué intención y los mazos de naipes se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espada que decía “éste es un 4 de bastos”.

Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos, así como hoy las nuevas generaciones deciden 'matarlos' apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada, ni siquiera a Walt Disney.
Y cuando nos vendían helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos decían: "Cómase el helado y después tire la copita", nosotros dijimos que sí, pero, ¡Minga que la íbamos a tirar! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas, las latas de arvejas y de duraznos se volvieron materas y hasta en teléfonos.

Las primeras botellas de plástico se transformaron en adornos de dudosa belleza. Los panales de los huevos se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de botellones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella, y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos.

¡Ah no lo voy a hacer! Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad son descartables, pero no cometeré de comparar objetos con personas. Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. No lo voy a hacer. No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne. No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por "modelos" más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los "lindos" o "lindas", con "brillo y glamour".

Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares. De lo contrario, si mezcláramos las cosas, entonces tendría que plantearme seriamente entregar a la bruja' (mi esposa) como parte de pago por una señora con menos kilómetros y alguna función nueva. Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo de que la 'bruja' me gane de mano y sea yo el entregado.


"Toda pobreza, se nutre de alguna riqueza"

Eduardo Germán Hughes Galeano Galeano


Fotos: Google

2 comentarios:

Marina-Emer dijo...

…ultimo día del mes de enero
Y tan sólo quedan 11 meses
Y se acabará el año 2011 uf
Como pasan los días, por eso
Yo escribo a la ilusión, gracias
Por tus bellas palabras a ese arco iris tan hermoso que cuando sale nos llena de colores hermosos y agradezco
Mucho tu visita, feliz semana y ya te sigo el blog
Un abrazo muy cariñoso.
Marina

Rembrandt dijo...

Eduardo Germán Hughes Galeano Galeano

Un ser extraordinario por quién siento admiración y respeto, uno de esos hombres imprescindibles...

(seguramente conocés esto)
"Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.
A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.

—El mundo es eso —reveló—. Un montón de gente, un mar de fueguitos.

Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás.

No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende."

Galeano es uno de ellos.

Para cuando puedas, te dejo un pequeño video suyo.

http://www.youtube.com/watch?v=_6Ws_lAn2yI&feature=player_embedded

Besos y grxs por Galeano!

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