domingo, 6 de febrero de 2011

SER ADULTO







Si hubiera sabido que al terminar mis estudios iba a dejar de ser el extraño del pelo largo para convertirme en un ciudadano respetable que paga sus impuestos cumplidamente mientras sueña con jubilarse, conocer a Oskar Matzerath para que me prestara su tambor de hoja lata, hubiera sido de gran ayuda.

Pero aquí estoy en pleno siglo XXI firmando mi confesión frente a la pantalla de un computador, desnudando las debilidades de quien se niega a crecer, y estrangulado por un mal que los sabios de papel llaman “La crisis de la edad adulta”.

¿Pero puedo tratar esta infección con alguna de las medicinas que dicen tener guardadas en frasquitos de colores los poseedores de la verdad revelada? Creo que no. Realmente la única enfermedad que tengo es que el Estado me convirtió en un número de identificación que sólo será borrado de sus archivos cuando me muera, o sea que me volvieron adulto sin preguntarme si lo quería.

Después de esta irremediable antesala a la adultez, tuve una reacción muy particular, pues descubrí que la sociedad no cree mucho en los que como yo utilizan jeans desteñidos, viven en la onda del“Peace and Love”, saludan haciendo el signo de la paz y llevan consigo botones metálicos alusivos al “Make Love no War” y al Woodstock del 69

Para completar este panorama bastante desolador, pero normal para estos tiempos según lo aseguran los sicólogos mientras invitan al diván para escuchar las monsergas de Freud y Jung, el Ché de Korda desapareció de las manifestaciones estudiantiles para irse a vivir dentro de las agencias de publicidad, la luna no es de queso como me habían dicho cuando estaba chico, la capa de ozono está rota y no hay quien la pueda remendar, los marcianos ya no nos visitan como antes, el mundo no sabe en dónde se encuentra Mafalda, Paul McCartney dejó de ser ex Beatle para convertirse en Sir Macca, y el Niño Dios de este siglo vive en almacenes de cadena, contesta las cartas por Twitter y juega Xbox 360


Luis Carlos Bonilla Sandoval - Febrero 06/2011

Foto: Google

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Ser adulto, te lleva a obligaciones y deberes, mientras siga viviendo nuestro niño interior, es más fácil disfrutar la vida. Un abrazo y que tengas una excelente semana, gracias por visitarme

Rembrandt dijo...

Mi querido amigo,
la vida nos va cambiando de a poco, vamos creciendo , pero eso no significa que perdamos lo que fuimos sino que le agregamos nuevas cosas, lo que nunca debemos es traicionar nuestra esencia, eso sí sería triste.

Te dejo algo que leí una vez y me gustó
"No dejes que te urbanicen la espontaneidad" (Mafalda).


Te beso y me voy comiendo unas galletitas, je!
REMY

Nel dijo...

Es inevitable que nos hagamos mayores, pero algunos nos resistimos.
Hasta hace poco yo llevaba una larga melena y a menudo me hacía dos trenzas... ahora me he vuelto un poco más sofisticada (por decirlo de alguna manera, y por no decir "más madura" o "más adulta"), aunque de vez en cuando me resisto y sigo poniéndome complementos hippies...

De todas maneras es cierto eso de que la verdadera edad va por dentro. Yo siento que una parte de mí nunca dejará de ser una niña que aún cree en las hadas, o en pintar un mundo de colores...

Belkis dijo...

Todas las etapas de la vida son interesantes y es importante disfrutarlas cada una en su justa medida, sin dejar morir la parte de niño que nos queda. Un abrazo

FRANCISCO PINZÓN BEDOYA dijo...

Si a ello le sumamos que no nos creen cuando tenemos el pelo largo pero somos calvos... es una buena definición de llegar a donde tal vez nunca pensamos ser invitados, pero... ¡voilá!... ahí estamos: la edad adulta

Bienvenido otra vez a tus letras

Un saludo

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