martes, 28 de octubre de 2008

GROUCHO MARX

Sus cenizas están en el Eden Memorial Park, pero nunca se cinceló el epitafio que él se propuso: "Perdonen que no me levante para saludarlos". Algunas de sus citas más famosas:
-Conozco a centenares de maridos que volverían felices al hogar si no hubiera una esposa que los esperara.
-No es la política la que crea extraños compañeros de cama, sino el matrimonio.
-El matrimonio es una gran institución. Por supuesto, si te gusta vivir en una institución.
-¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?
-He pasado una noche estupenda... pero no ha sido esta.
-No piense mal de mí, señorita. Mi interés por usted es puramente sexual.
-¿Quiere usted casarse conmigo? ¿Es usted rica? Conteste primero a la segunda pregunta.
-¿Qué por qué estaba yo con esa mujer? Porque me recuerda a ti. De hecho me recuerda a ti más que tú.
-Me acuerdo perfectamente de la primera vez que disfruté del sexo. Aún conservo el recibo.
-Yo encuentro la televisión bastante educativa. Cuando alguien la enciende en casa, me marcho a otra habitación y leo un buen libro.
-He disfrutado mucho con esta obra de teatro... especialmente en el descanso.
-Cuando muera quiero que me incineren y que el diez por ciento de mis cenizas sean vertidas sobre mi representante.
-Desde el momento en que cogí su libro me caí al suelo rodando de risa. Algún día espero leerlo.
-La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados.
-Partiendo de la nada hemos alcanzado las más altas cotas de miseria.
-Hace muchos años vine a este país sin una moneda de cinco centavos en el bolsillo. Hoy tengo una moneda de cinco centavos en el bolsillo.
-Nunca pertenecería a un club que admitiera como socio a alguien como yo.
-El secreto de la vida es la honestidad y el juego limpio... si puedes simular eso, lo has conseguido. -Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros.
-¡Hay tantas cosas en la vida más importantes que el dinero!... ¡Pero cuestan tanto!
-Hijo mío, la felicidad está hecha de pequeñas cosas: un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna…
-¿Por qué debería preocuparme por la posteridad? ¿Qué ha hecho la posteridad por mí?
-Es mejor estar callado y parecer tonto, que hablar y despejar las dudas definitivamente.
-Él puede parecer un idiota y actuar como un idiota, pero no se deje usted engañar, es realmente un idiota.
-¿Servicio de habitaciones? Mándenme una habitación más grande.
-Disculpen si los llamo caballeros, pero es que no los conozco muy bien.
-Nunca olvido una cara, pero con usted voy a hacer una excepción.
-Cualquiera puede envejecer. Lo único que necesita es vivir lo suficiente.

viernes, 24 de octubre de 2008

TODO MI AMOR

Todo mi amor no cabe en una copa,
ni dentro de la piel de una pantera,
no cabe en la montaña del silencio,
ni en las ventanas de una flor abierta.
Todo mi amor no cabe en el espacio,
ni en todos los pupitres de una escuela,
ni en las tristes esperas de la noche,
ni en el olvido, ni en la vida entera.

Todo mi amor no cabe en una mano,
ni cabe en la rendija de una puerta.
Si las piedras del mundo se reunieran,
le faltarían las piedras a las piedras,
si se reunieran todas las palabras,
para llenar mi casa solariega,
amada, faltarían todas las lunas,
y también las palabras y las letras.
Porque todo el amor que te entregara,
todo el amor del mundo no lo llena.

Rubén Blades/La Rosa de los Vientos

TARDE SERENA


Fruta bonita duerme en la rama de mi soñar.

Fruta jugosa,

miel en mis ojos,

dulce en mi boca,

tarde serena,

trae mi morena

a mi cabeza.

Gira, gira morena,

gira, gira, gira morena,

en mi cabeza.

Rubén Blades/La Rosa de los Vientos

jueves, 23 de octubre de 2008

SI: LA NOSTALGIA SIGUE SIENDO IGUAL QUE ANTES






El 8 de diciembre de 1980, John Lennon fue asesinado en Nueva York por Mark David Chapman, quien le propinó cinco balazos. En una de sus columnas, publicada el 14 de diciembre de 1980 en El Espectador, García Márquez escribió este homenaje a la memoria del ídolo de la música.

Sábado, 24 de marzo de 2007

Ha sido una victoria mundial de la poesía. En un siglo en que los vencedores son siempre los que pegan más fuerte, los que sacan más votos, los que meten más goles, los hombres más ricos y las mujeres más bellas, es alentadora la conmoción que ha causado en el mundo entero la muerte de un hombre que no había hecho nada más que cantarle al amor. Es la apoteosis de los que nunca ganan.

Durante 48 horas no se habló de otra cosa. Tres generaciones —la nuestra, la de nuestros hijos y la de nuestros nietos mayores— teníamos por primera vez la impresión de estar viviendo una catástrofe común, y por las mismas razones. Los reporteros de la televisión le preguntaron en la calle a una señora de 80 años cuál era la canción de John Lennon que le gustaba más, y ella contestó como si tuviera quince: La felicidad es una pistola caliente. Un chico que estaba viendo el programa dijo: “A mí me gustan todas”. Mi hijo menor le preguntó a una muchacha de su misma edad por qué habían matado a John Lennon, y ella le contestó como si tuviera ochenta años: “Porque el mundo se está acabando”.

Así es: la única nostalgia común que uno tiene con sus hijos son las canciones de los Beatles. Cada quien por motivos distintos, desde luego, y con un dolor distinto, como ocurre siempre con la poesía. Yo no olvidaré nunca aquel día memorable de 1963, en México, cuando oí por primera vez de un modo consciente una canción de los Beatles. A partir de entonces, descubrí que el universo estaba contaminado por ellos. En nuestra casa de San Ángel, donde apenas si teníamos dónde sentarnos, había sólo dos discos: una selección de preludios de Debussy, y el primer disco de los Beatles. Por toda la ciudad, a toda hora, se escuchaba un grito de muchedumbres: Help, I need somebody. Alguien volvió a plantear por esa época el viejo tema de que los músicos mejores son los de la segunda letra del catálogo: Bach, Beethoven, Brahms y Bartok. Alguien volvió a decir la misma tontería de siempre: que se incluyera a Bosart. Álvaro Mutis, que como todo gran erudito de la música tiene una debilidad irremediable por los ladrillos sinfónicos, insistía en incluir a Bucker. Otro trataba de repetir otra vez la batalla a favor de Berliotz, que yo libraba en contra porque no podía superar la superstición de que es un oiseau de Malheur, es decir, un pájaro de mal agüero. En cambio, me empeñé desde entonces en incluir a los Beatles. Emilio García Riera, que estaba de acuerdo conmigo, y que es un crítico e historiador de cine con una lucidez un poco sobrenatural, sobre todo después del segundo trago, me dijo por esos días: “Oigo a los Beatles con un cierto miedo, porque siento que me voy a acordar de ellos por todo el resto de mi vida”. Es el único caso que conozco de alguien con bastante clarividencia para darse cuenta de que estaba viviendo el nacimiento de sus nostalgias. Uno entraba entonces en el estudio de Carlos Fuentes, y lo encontraba escribiendo a máquina con un solo dedo de una sola mano, como lo ha hecho siempre, en medio de una densa nube de humo y aislado de los horrores del universo con la música de los Beatles a todo volumen.

Como sucede siempre, pensábamos entonces que estábamos muy lejos de ser felices, y ahora pensamos lo contrario. Es la trampa de la nostalgia, que quita de su lugar a los momentos amargos y los pinta de otro color. Y los vuelve a poner donde ya no duelen. Como en los retratos antiguos, que parecen iluminados por el resplandor ilusorio de la felicidad, y en donde sólo vemos con asombro cómo éramos de jóvenes cuando éramos jóvenes, y no sólo los que estábamos allí, sino también la casa y los árboles del fondo, y hasta las sillas en que estábamos sentados. El Che Guevara, conversando con sus hombres alrededor del fuego en las noches vacías de la guerra, dijo alguna vez que la nostalgia empieza por la comida. Es cierto, pero sólo cuando se tiene hambre. En cambio, siempre empieza por la música. En realidad, nuestro pasado personal se aleja de nosotros desde el momento en que nacemos, pero sólo lo sentimos pasar cuando se acaba un disco.

Esta tarde, pensando todo esto frente a una ventana lúgubre donde cae la nieve, con más de cincuenta años encima y todavía sin saber muy bien quién soy, ni qué carajos hago aquí, tengo la impresión de que el mundo fue igual desde mi nacimiento hasta que los Beatles empezaron a cantar. Todo cambió entonces. Los hombres se dejaron crecer el cabello y la barba, las mujeres aprendieron a desnudarse con naturalidad, cambió el modo de vestir y de amar, y se inició la liberación del sexo y de otras drogas para soñar. Fueron los años fragorosos de la guerra de Vietnam y la rebelión universitaria. Pero sobre todo, fue el duro aprendizaje de una relación distinta entre los padres y los hijos, el principio de un nuevo diálogo entre ellos que había parecido imposible durante siglos.

El símbolo de todo esto —al frente de los Beatles— era John Lennon. Su muerte absurda nos deja un mundo distinto cargado de imágenes hermosas. En Lucy in the sky, una de sus canciones más bellas, queda un caballo de papel periódico con una corbata de espejos. En Eleanor Rigby —con un bajo obstinado de chelos barrocos— queda una muchacha desolada que recoge el arroz en el atrio de una iglesia donde acaba de celebrarse una boda. “¿De dónde vienen los solitarios?”, se pregunta sin respuesta. Queda también el padre McKenzie escribiendo un sermón que nadie ha de oír, lavándose las manos sobre las tumbas, y una muchacha que se quita el rostro antes de entrar en su casa y lo deja en un frasco junto a la puerta para ponérselo otra vez cuando vuelva a salir. Estas criaturas han hecho decir que John Lennon era un surrealista, que es algo que se dice con demasiada facilidad con todo lo que parece raro, como suelen decirlo de Kafka quienes no lo han sabido leer.

Para otros es el visionario de un mundo mejor. Alguien que nos hizo comprender que los viejos no somos los que tenemos muchos años, sino los que no se subieron a tiempo en el tren de sus hijos.

DECLARACIÒN AL MUNDO: KOGUI, KANKUAMOS,WIWAS, Y ARHUACOS DESDE LA SIERRA NEVADA DE SANTA MARTA











1. Para nosotros existe una sola ley -sagrada, inmutable, preexistente, primitiva y sobreviviente a todos y a todo-. Podría el mundo existir o dejar de existir, sin que esto alterara en lo más mínimo la esencia de dicha ley, la cual constituye el pensamiento universal de lo no manifiesto, único origen de la vida. Esta ley de origen halla expresión en el universo. Se da entonces una hermosa asociación entre ley y pensamiento, que, a compás con el entorno, se transforma en ley natural. Esta ley natural da origen a la creación de la materia y a su evolución, equilibrio, preservación y armonía. Ellos constituyen los objetivos fundamentales del mamo, su razón de ser. El hecho es, no obstante, que el hermanito menor viola el orden inmutable de esta ley y lleva a la Madre Tierra (Séineken) y a todos los seres vertiginosos al despeñadero.
Esta es la razón por la cual exigimos imperativamente a la humanidad un cambio en su comportamiento general, en su conducta hacia nosotros y en el trato que le da a la Madre Tierra, nuestra madre real -madre de todas las madres e hija de la gran madre sabiduría-. Todos estamos en deuda con ella. ¿Quién paga a la madre el aire que respiramos, el agua que fluye, la luz del sol? La madre universal reclama del hermano menor estos pagos. Solamente a través de los Mamos y mediante los pagamentos se hace posible la cancelación de estas deudas.
2. Dichas leyes están expresadas como atributos sagrados en un orden circular -la línea negra -triangular-forma del macizo montañoso- visible e invisible. Son conocidos como lugares de pagamentos y están ubicados en trescientos setenta mil puntos de la vida de la Sierra Nevada. Estas leyes se fundamentan en el respeto, interior (Sierra Nevada y sus cuatro etnias) y exterior (bunachis y resto del planeta). Al llevarse a cabo los pagamentos, se genera una serie de factores positivos, tales como lluvias buenas, buenos veranos, sol y aires buenos.
3. Esta armonía se manifiesta en la vida de trescientas setenta mil especies de biodiversidad (fauna y flora). De la supervivencia de cada una de las especies, se sostiene y se garantiza la vida del hombre y la de su en torno.
4. Nosotros tenemos por la ley el cuidado de esa vida, desde lo que llamamos Línea Negra, la cual está escrita en la ley del universo, y constituye a la vez un elemento sagrado y una herramienta que necesitamos que nos sean devueltos para cumplir nuestra misión sagrada.
5. Reclamamos nuestro territorio y nuestra línea divisoria como expresión y herencia legítima de nuestros ancestros, de ello dependen nuestra salud física y nuestro bienestar mental y espiritual, así como el equilibrio total de nuestro planeta y de la humanidad entera.
6. La Sierra Nevada es el corazón del mundo, fuente vital y primaria de toda energía, origen de la vida y del equilibrio espiritual de Séineken (la madre tierra). Para nosotros todo lo que existe tiene un espíritu que es sagrado y que debe ser respetado. Por eso, todo es sagrado y nuestro hermano: el aire, el fuego, los árboles, los insectos, las piedras, los cerros… vivimos en continuo diálogo con ellos a través de nuestros poderes, de nuestros conocimientos y de nuestra actividad espiritual
7. La Sierra Nevada es casa sagrada, hogar sagrado y lugar de paz. Todo lo que vaya en contra del establecido orden de cosas, profana nuestra existencia, nuestras costumbres y nuestra profunda identidad con el mandato de nuestra ley de origen. Nosotros somos parte de la Madre Tierra y ella parte de nosotros: todo lo que ocurre a ella nos ocurre a nosotros, y lo que le ocurre a nosotros, le ocurre a ella.
8. Todo daño que se le ocasione a la Sierra Nevada, a sus lugares, a sus puntos de pagamento, a sus tradiciones, a sus orígenes, a sus Mamos, a sus cuatro etnias, inevitablemente tendrá repercusiones negativas en el planeta y en el universo.
Se pronostica que vendrán años de duros veranos, granizadas, lluvias ácidas y toda clase de cataclismos y desastres naturales.
9. No entendemos cómo el hermano menor es capaz de traficar con los elementos y órganos de su propia madre. Como hijos del agua, de la tierra, del viento y del fuego sabemos desde tiempos inmemorables que de estos elementos proviene la fuerza de nuestro espíritu.
El agua es como nuestro espíritu, pues nunca cambia su esencia y aunque adopte múltiples formas: nube, lagunas y ríos, rocío en los árboles, humedad en el ambiente. En el ámbito de sus múltiples manifestaciones, la esencia de nuestro espíritu permanece inalterable.
Nuestra ley es la ley del agua, es la ley del sol, la ley del rayo. No admite reformas, no conoce decretos, no acepta constituciones ni políticas, porque nuestra ley que rige la vida permanece en el tiempo. Para que la armonía vuelva a nuestras vidas, es necesario que la ley creada por los hombres respete y acate la ley de origen, la ley natural, la ley de la vida, la suprema ley de los Mamos.
10. Invitamos a todos nuestros hermanos menores a unirse a nosotros en la sagrada misión de ser guardianes de la vida, en una red espiritual para la defensa de nuestro patrimonio único: la Madre Tierra.
11. Ratificamos nuestro compromiso con Séineken, con la paz de nuestro país y del mundo, y hacemos un llamado desde la Sierra Nevada (norte de Colombia) a la solidaridad, a la unidad, a la paz y a la espiritualidad para todas las naciones y gentes. Nuestro indeclinable propósito es que toda Colombia lidere un movimiento en defensa de la Madre Tierra y de la vida en todas sus manifestaciones.
Ratificamos nuestro deseo de vivir, de seguir luchando por la vida y de seguir defendiendo la biodiversidad del planeta. Se trata de nuestro deber ancestral; si no cumplimos con él, habrá hombres, mas no sobrevivientes en el pleno sentido de la palabra.
12. Finalmente, dejamos constancia formal de que si el hermano menor hace caso de nuestro lllamamiento y de nuestras recomendaciones, nos comprometemos a activar todos los campos de energía, con el fin de evitar mayores daños al planeta, la destrucción de muchas vidas y los terribles desastres económicos que se ciernen en el horizonte. Olvidemos el que no se haya hecho caso en el pasado, y contemplemos confianza sobre el futuro.

miércoles, 22 de octubre de 2008

THE HOUSE OF THE RISING SUN







Hace muchos años, cuando tuve la oportunidad de escucharla, llegó a mi vida con arreglos y traducción de un grupo Colombiano de rock teso para la época, llamado The Speakers. Infortunadamente, cómo todo lo bueno se acabó, se fue de la mano del olvido, de la tecnología, de la mala música y de la muerte que son la misma cosa. He querido recrear esta maravillosa canción compuesta por The Animals, un grupo Británico, con una fotografía que tomé en Junio de este año en una zona rural muy hermosa del departamento de Antioquia llamada Santa Elena. La foto se la hice a una casa en ruinas, llena de fantasmas y de recuerdos que caminan por sus paredes y techo, casa que debería convertirse en patrimonio histórico y cultural, pues según cuenta la gente del lugar, y las arañas que viven colgadas de sus rincones, puede tener más de 1oo años, y esto, es toda una vida.


THE HOUSE OF THE RISING SUN

There is a house in New Orleans
They call the Rising Sun
And it’s been the ruin of many a poor boy
And God I know I’m one
My mother was a tailor
She sewed my new bluejeans
My father was a gamblin’ man
Down in New Orleans
Now the only thing a gambler needs
Is a suitcase and trunk
And the only time he’s satisfied
Is when he’s on a drunk
Oh mother tell your children
Not to do what I have done
Spend your lives in sin and misery
In the House of the Rising Sun
Well, I got one foot on the platform
The other foot on the train
I’m goin’ back to New Orleans
To wear that ball and chain
Well, there is a house in New Orleans
They call the Rising Sun
And it’s been the ruin of many a poor boy
And God I know I’m one

PENSÀNDOTE DE REGRESO


Este poema corto, tan distinto a los demás, sin el virtuosismo que manejan los que se creen poseedores de la última palabra, sin la ampulosidad y la retórica que suelen tener algunos poetas que se quedaron con los aretes que le faltan a la luna, me lo regaló mi amiga María Eugenia Henao un día cualquiera.




Pensándote de regreso

Gracias por regalarme tus pensamientos.
Ahora, te devuelvo los míos...
simples como los colores
con los que se forman los sueños,
suaves como la miel que gotea de tu mirada,
y firmes como las letras que derraman tus manos.
Pero sólo te inspiran y suspiras,
al caer el sol,
los sábados a las 4 de la tarde.

Besos con olor a flores

TE RECUERDO AMANDA


Te recuerdo Amanda

Como con una coraza, Amanda Jara se alejó del mundo para evitar las presiones y las etiquetas. En la caleta donde se refugió y se enamoró de un pescador, con el que vive hace 15 años. Pero aquí muestra que esto no es idílico, sino duro como en todos lados. a regañadientes, abre la puerta de su casa y de su pena. Debe ser complicado llamarse Amanda y ser la única hija de Víctor Jara. Porque si ya es difícil ser hija de famoso, de cualquier famoso, mucho más difícil todavía es cuando el famoso era un cantautor revolucionario cuyos cantos e himnos envolvieron la épica de la Unidad Popular, y a quien después del golpe militar le quebraron las manos en el Estadio Chile y lo mataron mientras lo obligaban a cantar.

Entonces, deja de ser un famoso y se transforma en un mártir, y luego en un héroe. Y su canto, muy especialmente el "Te recuerdo Amanda", se desliza por el mundo, amarrando con un hilo de oro la leyenda de Víctor Jara, y con él la del pueblo chileno acallado por la dictadura militar.
Entonces su hija, que en ese momento tenía 9 años y que vio cómo el dolor penetró por las puertas de una casa que recuerda tan alegre, se va exiliada a Londres con su madre inglesa, Joan Turner ­la única señora de Víctor Jara­ y su media hermana, Manuela Bunster. Allá se quedan 10 años, donde crecen, se incorporan en organizaciones de Derechos Humanos, aprenden un inglés como el de la Reina Isabel, terminan el colegio, y deciden volver a Chile en 1983, cuando Amanda iba a cumplir los 20 años.

Volvieron a su casa en Colón arriba, donde habían vivido, pero Amanda no logró adaptarse a Santiago. Estudió Comunicaciones y luego Bellas Artes, pero no terminó ninguna carrera. Trabajó como productora en cine y publicidad, ahorró unos pesos, y el día menos pensado se marchó a una caleta de pescadores, cerca de Valparaíso. Tiene varias razones para haber dejado Santiago, y deben ser ciertas. No resistió ni los favores ni los odios que suscitaba el hecho de ser hija de una leyenda. Era demasiado lo que se esperaba de ella en los mundos del Partido Comunista y de la oposición al régimen militar; y eran demasiado los prejuicios con que se la veía en los cócteles elegantes. Tuvo un gran amor que se frustró. Vivió en el límite, hasta que en 1990 se escondió en Quintay.

En un sitio de mil 500 metros que habían comprado con su madre frente a un roquerío y a la playa grande, se instaló a pintar y a trabajar la tierra.

Fue muy difícil encontrarla. Y más difícil que aceptara conversar. Pero cuando finalmente abre el portón de este sitio encaramado en el cerro, donde hay tres casitas de madera entre los árboles, plantas, flores, redes de pescadores colgando, perros amistosos que levantan polvo, un parrón desordenado, un auto viejo y una pequeña huerta, Amanda resulta ser una mujer acogedora y cálida. Tiene 40 años que no representa, y tiene la piel curtida por el sol. Es una campesina, joven y ágil, con manos duras y dedos cortos. No es alta, y parece ser fuerte. Es cierto lo que escribe su madre en el libro sobre su marido que también recorrió el mundo, "tiene la misma sonrisa de Víctor". Pero tiene un colorido más rubio, en los ojos verdosos y en el pelo castaño.

En una de las casitas de madera, Amanda vive con Nego, un pescador nacido allí. Él está en la terraza que mira a la playa grande, cosiendo su traje de buzo. Saluda con placidez, sin euforia. Habla poco, tiene 39 años y cursó hasta sexto básico. Ella inunda la casa con opiniones y atenciones. Muele café y lo sirve en tazones pequeños. Unas jaibas recién sacadas por Nego esperan para la cena.
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Nada está muy limpio aquí, porque el aseo lo hago yo y hay mucha tierra.

Se ríe de sí misma con facilidad. Nos sentamos en una mesa debajo del parrón y volvemos atrás en el tiempo.
­
En Londres, desde 1973, mi mamá se reinventó. Yo no, porque no estaba muy inventada. A los 9 años uno tiene mucho que absorber. Pero mi mamá era bailarina, con gran vocación de profesora de danza, y tuvo que dejarlo todo y cambiar, y ser vocera de una causa. Lo que pasa es que somos hartos... Porque hay muchos Víctor, hay muchas personas detrás de todos los que asesinaron. Los hijos, los nietos, los primos, los padres... Mucha gente se tenía que armar. Lo digo en el sentido figurativo, porque era poder expresar esta injusticia, armarse frente a las cosas que nos sucedían. A nosotros nos pasó algo bastante brutal, por eso había que hacer un gesto, de corazón, de alma, de todo, para poder seguir adelante no más. Uno no se podía quedar sentada en los laureles, en ese tiempo. Ahora, con los años sí me he quedado sentada en los laureles... (Se ríe.)

Desde muy chica aprendí que hay que saber defenderse de las agresiones diarias que nos da la vida. Allá, mi mamá era la que iba a los distintos lugares; nosotros con mi hermana andábamos detrás.

EL REGRESO DEL GATO



Después de 28 años de ausencia en el mundo de la música popular, Yusuf Islam, antes conocido como Cat Stevens, vuelve con un nuevo disco.

La existencia de Yusuf Islam ha estado marcada por los cambios. Ha sido tal su capacidad de reinventarse a través de los años, que su vida parece una contradicción constante o, de manera más mística, un largo camino que lo ha llevado a su lugar actual por medio de la experiencia y la búsqueda espiritual.

Y como su naturaleza ha sido siempre cambiante, después de decidir en 1977 entregarse por completo al Islam y de grabar en 1978 el álbum Back to Earth, que aseguró sería su último trabajo de música secular, ha regresado a la escena del pop con Another cup. El disco fue lanzado a finales de 2006 y se convirtió en uno de los grandes éxitos de ventas durante la época de Navidad en Europa y Estados Unidos. Hijo de padre greco-chipriota de fe cristiana ortodoxa y madre sueca, Steven Demetre Georgiou nació y creció en Londres, donde asistió a una escuela católica. Su sueño de juventud era ser pintor y en efecto, estudió arte durante un año, pero después de oír a The Beatles, específicamente a John Lennon cantando Twist and Shout, supo que su destino era convertirse en cantante. Le pidió a su padre que le regalara una guitarra y descubrió que este instrumento se convertía en una extensión de su cuerpo y podía producir melódicos ritmos con sus dedos.

Cambió su nombre por Cat Stevens, haciendo una pequeña oda a su ex novia, quien le dijo que tenía ojos de felino. La fama tocó pronto a su puerta y en 1966, época del gran auge del folk, logró convertirse en un músico conocido con su primer disco, titulado Matthew and son. Con el dinero y el éxito también llegaron los excesos, que pronto cobraron su precio en el cuerpo del joven cantante, quien dos años más tarde enfermó de tuberculosis. Durante su larga convalecencia decidió dar un giro a su vida y a su carrera, y se convirtió en el Cat Stevens que sus fanáticos recuerdan con cariño. Aquel que en sus canciones planteaba grandes preguntas y que parecía conocer el espíritu del amor, las relaciones humanas y la locura. Con Tea for the Tillerman, de 1970, y Teaser and the Firecat, publicado el año siguiente, se consagró como el gran cantautor de su época. Invitó a todos a montarse en el ferrocarril de la paz en Peace train, le puso su voz y melodía al himno cristiano que veneraba el comienzo de un nuevo día con Morning has broken, mostró los roces y las diferencias de pensamiento entre un padre chapado a la antigua y un hijo que desea su independencia, en Father and son, y le cantó al amor que lo abandonó pidiéndole que se cuidara del loco mundo a pesar de haber roto su corazón en Wild world.

En 2004 Yusuf Islam recibió de manos de Mijail Gorbachov el premio Hombre de Paz, entregado por un comité de ganadores del premio Nobel de Paz. El cantante se ha dedicado durante las últimas décadas a hacer trabajo de caridad en todo el mundo

En 2004 el FBI desvió el avión en el que viajaba Yusuf y le prohibió la entrada a Estados Unidos, porque su nombre aparecía en una lista de sospechosos de nexos con organizaciones terroristas
El viaje espiriual de Cat Stevens inició años antes de convertirse al Islam y cambiar su nombre. Las letras de sus canciones siempre han tratado temas profundos y sentimentales.

Sus canciones llegaron a todo el mundo, muchos músicos han publicado nuevas versiones de sus clásicos y algunas de ellas han sido traducidas a otros idiomas. "Su sensibilidad como artista lo llevó a expresar los más hermosos y profundos sentimientos sobre las relaciones de pareja, como en el caso de la clásica canción 'Cómo decirte cuánto te amo', traducida al español por Humberto Monroy, quien luego la grabó con el grupo Génesis de Colombia y que posteriormente, en los 80, fue un éxito de Compañía Ilimitada", comentó a SEMANA Armando 'El Chupo' Plata, disc-jockey y periodista.El interés de Stevens por lo místico y por las religiones orientales siempre marcó su forma de ser. Pero fue cuando casi se ahoga en el mar y vio a la muerte de cerca, que le pidió a Dios que lo salvara y prometió que si llegaba de nuevo a la orilla, dedicaría su vida a Él.

Aproximadamente un año más tarde, su hermano le regaló una copia traducida del Corán. Y gracias a este texto decidió dedicarse por entero al Islam. No sólo fue un cambio de religión, si no también de nombre: por Yusuf Islam. Así dio un vuelco total a su vida. El primer paso fue el matrimonio, arreglado por el Imán de Londres. El hombre que parecía saber el profundo significado del amor y el conocimiento del otro llevó a dos de sus pretendientes a su casa y pidió a su madre que escogiera con cual de ellas se debía casar. Ya lleva casi 30 años "felizmente" casado con Fauzia Mubarak Ali.Luego dejó la música y vendió todas sus posesiones, incluidas sus amadas guitarras.

Durante más de un cuarto de siglo no volvió a posar sus manos sobre un instrumento y sólo entonó canciones con sentido religioso. Creó la fundación Small Kindness, que ayuda a niños víctimas de la violencia y los desastres naturales en todo el mundo, y se dedicó a estudiar las palabras del profeta Mohamed. Ayudó a crear escuelas con enseñanza islámica y se convirtió en uno de los representantes más visibles de esta religión en Occidente. Al punto que en 2004, durante un viaje de Londres a Washington, su avión fue desviado por el FBI y le negaron la entrada a Estados Unidos porque su nombre aparecía en la lista de personas bajo sospecha de pertenecer a un grupo terrorista. Personajes de todo el mundo se volcaron contra la acción de las autoridades norteamericanas y celebraron dos meses más tarde cuando el comité de ganadores del Nobel de Paz le otorgó el premio Hombre de Paz, por su labor a favor de la infancia y el diálogo entre Oriente y Occidente.Ahora su círculo cercano lo conoce por el nombre de Abu Muhammead, que significa padre de Muhammead. Y fue precisamente su hijo quien hizo que Yusuf volviera a tocar la guitarra y a componer canciones. Él, que también es músico, trajo una guitarra a la casa y su padre no pudo aguantar la tentación de deslizar sus dedos por las cuerdas. "No creo haber dicho nunca que la música era blasfemia. Pero necesitaba un descanso.

Tenía que alejarme del negocio porque no quería que me alejara del camino que escogí. (...) Pero nunca dije que no volvería a hacer música", declaró Islam para el periódico The Guardian. Él siempre ha creído en el poder curativo de la música y lo demostró en 2005, cuando tímidamente grabó una canción llamada Indian Ocean, cuyas ganancias fueron donadas en su totalidad a las víctimas del tsunami. Pero ahora, con An other cup, hace un regreso al estilo y las melodías que lo hicieron famoso. "Desprovisto del afán por inmiscuir la religión, retoma el sentido urbano, romántico e indagador que siempre tuvieron sus canciones", dijo a SEMANA Manolo Bellón, crítico musical y discjockey. Aunque ya no es Cat, sino Yusuf, su voz aterciopelada sigue siendo inconfundible y el gato que aún vive dentro de él ha vuelto a ronronear, demostrando que la esencia nunca se pierde.

SOMOS LOS HERMANOS MAYORES, SOMOS LOS VIGILANTES DE LA TIERRA, DEL AIRE Y DE LAS AGUAS



BARRIO



Barrio mi querido barrio, llevo en mi memoria recuerdos de ayer, y del que anhelo recorrer de nuevo para mis nostalgias volver a vivir.
Sueño con la vieja escuela, con la muchachada que en ella estudiaba, y que hoy se encuentra lejos de nosotros por otros caminos que Dios les mandó.
Pienso en mi noviecita, coqueta y bonita, que un día dejara para irme a otras tierras donde una fortuna pudiera encontrar…”

(Barrio / Pacheco y su Charanga)

Maravilloso suburbio de esquinas impregnadas con los recuerdos de viejas amistades que nacieron escuchando historias reinventadas.
Arrabal de besos, sexos mojados y cigarrillos perseguidos por el policía de siempre, exilio de cuervos y jíbaros con tufo de cerveza conseguida con la venta del encargo.
Caminando tus calles conocí mi colegio, y por tus calles caminé con un puñado de tareas escolares sin terminar

Fuiste nido de revoltosos e inconformes, de radicales mentirosos disfrazados con camisetas multicolores adornadas con la imagen del Ché Guevara que inventó Korda.
Tus parques fueron teatros para alucinados, y punto de encuentro para los dueños del amor verdadero y el deseo furtivo, morgue para desocupados y viciosos en potencia, paraíso de la marihuana escondida en las hendijas de tus andenes y alcantarillas, universo de colores de la Amanita, harem de empleadas domésticas acosadas por soldados en franquicia, basurero de amanecidos y de la Phillips Morris, paredón de eyaculadores precoces y de alcohólicos casi anónimos.

Los fines de semana te convertías en cuna de rumberos, en compañero inseparable de amores solitarios, y conciliador de citas clandestinas, en progenitor de barras de muchachos adoradores del rock y las esquinas, en guarida de amantes de la Sonora Matancera, Celio González, Panchito, Contreras, Ledesma, Cortijo, Laserie, Richie Ray y Pete Rodríguez, en trinchera de pedreas inconclusas, en campo de batalla entre galladas de rebeldes sin causa y de los otros, en escenario de peleas a trompadas y cadena a la salida del colegio, y de tropeles a pico de botella y piedra cuando terminaban las fiestas.

“Barrio tranquilo de mi ayer, como un triste atardecer, a tu esquina vuelvo viejo, vuelvo vencido.
La vida me ha cambiado, y a mi cabello plata de de años le ha dejado durante el tiempo en el que fui viajero del dolor, y con mi andar de soñador comprobé que cada beso lo pagué con una copa”. No existe diferencia entre el canto urbano de la salsa y el canto de arrabal del tango, y me tuve que ir de tus calles para descubrirlo, y hoy recuerdo que cuando vivía bajo tu techo, repudiaba toda posible relación.

Quisiera ver nuevamente tus domingos brillantes y disfrutar de los olores de la tinta de imprenta y del mango biche que entraba por las ventanas de tus casas disparejas, escuchar en los alrededores del estadio los gritos de gol vividos en clásicos de fútbol llenos de boogaloo, olor a carne frita y neveras vacías.
Hoy como ayer, quiero que la tarde muera para que lleguen los lunes de ratas muertas un sábado cualquiera, envueltas en periódicos del jueves.

Barrio, ya no existes, y mi ciudad tampoco.
La comunión entre nosotros ya no es la misma. Te convertiste y no recuerdo en que momento, en mercado jurásico de long play y en cementerio de radiolas y de televisores en blanco y negro mientras tus mujeres mataban ilusiones.

Como extraño aquéllas tardes en las que me permitiste descubrir la esencia del guaguancó y el sonido bestial que vivía escondido en los surcos de las 33 RPM de mis primeros discos comprados en Cardona Hermanos.
Cada cosa es un recuerdo que se agita en mi memoria.
Debo agradecer que me mostraste en fiestas y amanecidas, que se podía gozar como lo hacían en las emisoras, cambiando la velocidad de los discos de 33 a 45 RPM, para que el tocadiscos reemplazara el sonido lento del Hueso, El Silbidito, y la Micaela de Pete Rodríguez, por azotadas de baldosa inolvidables.

En una de mis tantas tardes de sábado y boronda, me dijiste ¡Cómetelo hasta el hueso, cómetelo!, Y me lancé al ruedo a bailar boogaloo hasta botarme con Micaela.
Recuerdo barrio querido cuando me dijiste que existían otras barriadas y otros sonidos en los que vivían inmersos los del otro lado de la ciudad, y que me confundí cuando mezclaste el sur con el norte, las notas de Richie Ray con las que le sacaba Santana a su Paul Reed Smith, el ambiente del teatro San Fernando con el del Calima, el amor con el deseo, el caminado de Teresa con mis imaginaciones, y las llegadas con las despedidas.

Desde el parque, desde tu parque, con la angustia del lunes devorando mis entrañas, y con las actitudes de un hombre serio que asesinó al niño que llevaba adentro, te miro y trato de imaginar como eras antes de mi partida. Por eso me he apoderado nuevamente de tus sitios, de esos que alguna vez fueron míos para volver a ser yo y poder recordar en medio de mis escritos, a Teresa, la hembra que me dio Saoco na má, y que aprendió a cambiar el paso porque se le podía romper el vestido como a la Encarnación del Judío Maravilloso.

He estado buscando en tus cambiadas calles, su cintura de palmera, su olor a pelo recién lavado, el aroma de su ropa interior limpia, y la fragancia del perfume Halston que le traían de Miami. La he vuelto a soñar comiendo grosellas con sal y limón a la salida del colegio en el que estudiaba, y practicando con Lucy, el último paso de baile aprendido los sábados en las Tardes del Latino.

A pesar del tiempo transcurrido y de mis tristezas amontonadas, todavía vive en mi memoria el aroma a chicle de menta mezclado con cigarrillo Marlboro y Cannabis que vivía en su boca, y que gocé cuando la besaba mientras nos apretábamos en la puerta de su casa.
Desde el parque, desde tu parque en el que hoy me encuentro después de muchos años, escudriño desesperadamente tus cuatro costados buscando a mis amigos o lo que queda de ellos, y al no encontrarlos, procuro a pesar de mis cansancios y soledades, ser el mismo de siempre, aquél mancito que conociste recorriendo tus calles, evadiendo responsabilidades, y jugando a ser hombre cuando la muerte tan solo era circunstancial.

Barrio mi querido barrio, ayer atravesé la avenida principal y subí hasta tu parte vieja a reconocer esquinas, pero infortunadamente me he enterado de que tus nuevos habitantes, los que ahora te gozan y violan en medio de culturas importadas, solamente hablan de ajuste de cuentas, de parches en lugar de galladas, de cruces entre oficinas y compinches, de sudores comprados a perfumadas prostitutas que se rotan en fines de semana los aretes que le faltan a la luna.
Por todo esto, he jurado que tus calles ya no serán mías, y que después de romper el pacto, no les perteneceré nunca más.

Barrio, escuchaste mi bronca, y para castigar mi infidelidad hacia todo lo que representaste en mi vida, me has llevado hasta la cuadra en la que estuvo ubicada la casa de Teresa, la hembra que me presentaste ese sábado de cine club y de boronda cuando se me perdió la cartera y ya no tenía más dinero, y sin que te lo preguntara me dijiste con indiferencia, que la Teresa de los sábados por la tarde vive en Bruselas, que organizó su vida con un italiano no sé si de los buenos o de los de escopeta recortada, que es abuela, y que nunca más volvió a bailar los sábados, porque antes de irse para Europa, ya se habían acabado las Tardes del Latino, el buen rock, la salsa, el Cuba libre y la Coca Cola con pitillo, que además no volvió a usar los bluyines blancos que le marcaban todo lo que yo soñaba cuando la veía caminar, que no come chicle, no fuma Marlboro ni bareta, que su pelo ya no huele a Halston, ni vuela con el viento, y que tampoco utiliza por encima del ombligo, franelas amarillas sin brasier para que se le dibujen las puntas de los pezones endurecidos como lo hacía en la época en la que bailamos en una sola baldosa, “Samba pa ti”.


Luis Carlos Bonilla Sandoval - Medellín, Febrero 7 de 2004

OBITUARIO DE CARLOS MAYOLO



Por Carlos Mayolo

Un panegírico o un obituario sobre uno es no poder visitar la lápida de uno mismo. Es al obtuso una invitación a la vida gastada y al más allá de la muerte, la vida todavía la tengo. Es beber la ambrosia a cada instante, es un reloj que, como el corazón, tiene fuerza para la curiosidad mientras respira.

Mi obituario no puede ser después de muerto. La vida es lo que nos mata. Un obituario es como una fórmula matemática donde la inocencia es igual entre la vida y la eternidad. La inocencia me abandona, a veces se vuelve curiosidad y termina en suerte que es la dicha, el júbilo y el entusiasmo que ya no necesita de la libertad.

He desterrado la muerte de mi inocencia. Espero vivir al infinito, no necesito morirme, la vida me enseñó que venía del infinito hacia el cero de la muerte. Para qué morirse si sabemos que venimos del infinito.

La vida es la nostalgia del principio ignoto. La vida es una suma de júbilos que nos hace olvidar de lo finito. Nadie se quiere morir, por eso, yo no puedo escribir sobre lo desconocido que es mi muerte.

La vida me enseñó la revelación y así habló sobre mí, vivo, solo confío en lo que me gusta y me hace feliz. Quiero evitar la muerte porque es un mal ejemplo para la eternidad. Yo no puedo escribir mi obituario porque no creo que haya de pasar a la otra vida, pues estoy respirando y bailando.
Hago epitafio aquí en esta cuna que no cansa ni mi curiosidad, ni mi inocencia. He abolido los muertos. No creo que mi finito de la vida se sume con lo infinito de lo ignoto.
Mi obituario es una carcajada que invita al jolgorio de vida, lo infinito está aquí, hay que vivirlo eternamente. Yo me quedo en la cuna donde nací, que quiero que sea mi ataúd
Todos son unos cobardes, los que hablan de la muerte. Morirse es una cobardía, pues es perder la curiosidad. Todo es infinito mientras se baila y se ríe.
Mi obituario no hace parte de mi diario, vivo siempre en infinito. No quiero llegar al cero de la muerte.

(Soho)

CALI MI PUTA TRISTE


Imaginaba nuestro reencuentro como el abrazo fundido y feliz de dos seres que se han amado aun por encima de obstáculos como la edad y la distancia. Frecuentemente recordaba el momento en que partí y nunca pude despojarme de la sensación de abandono e impotencia que me invadió entonces, pues sabía que la dejaba en el justo momento en que empezaba su decadencia.
Me sentí tan mezquino como aquellos que explotaron y abusaron de ella en sus épocas de esplendor y brillo. Época en la cual su belleza, natural y pura, ejercía una atracción que revolucionaba corazones de propios y foráneos. Eran los días en los que coqueteaba ingenua, inocente de las consecuencias fatales de un lujo fácil y un placer extremo.

Esos días en los que todos los viernes eran para ella una Feria. Y me monté en su carrusel frenético de vértigo, lujuria y salsa. Sabía que gozaba de sus placeres porque otros pagaban el precio de su bonanza. Viejos y nuevos ricos por igual. Y lo hacia con la ilusión de que, una vez recuperada su sobriedad, reconociera en mis ojos el amor auténtico. Y así me lo hacia creer en sus resacas de Lunes. Entonces la disfrutaba tal como era. Despojada de ese maquillaje, postizo al fin y al cabo, que le hacía creer alcanzada una madurez que solo se logra cuando se aprende de los errores del pasado. Pero no me importaba porque de día la reconocía pura e incontaminada. Y disfrutaba tanto como ella ese viento que le acariciaba, sus montes y sus humedales.

Era una fiesta volver a sentir sus caminos y avenidas cálidas y el fresco reposo de sus manantiales en una tarde de brisa. Vanos intentos por recuperar una pasión que se había esfumado en el justo instante en que Satanás, disfrazado de verde, la sedujo con su viejo espejismo. ¡Nos contagiamos de la Fiebre del Oro! Y a muchos arropó la sombra Luciferina.
Llegaron por igual aduladores y mendigos. Todos querían tenerle sin reparar en que sus amos, “Dones”, “Ajedrecistas” y “Políticos”, ya habían sembrado la semilla del Árbol “Dollaroso”. El mismo que crecía a un ritmo vertiginoso encubriendo, con su siniestra sombra, unos frutos podridos que contaminaron valores morales y buenas conciencias. Sus ramificaciones llegaron a todas las esferas de su cuerpo y le hicieron aparentar la misma buena salud que transitoriamente proporcionan las hormonas sintéticas. Con idénticas secuelas.

Este Diciembre, después de tanto tiempo en el exilio, observo con infinita tristeza que quieres seguir viviendo en el pasado. Sigues de Feria sin asumir que ya no eres más la "Hembra" juvenil que podía hacer presencia en todas las fiestas. Creciste desordenada y sin planificación y tus antiguos amos ya están algunos presos, otros ocultos y el resto extraditados o muertos. Caminas ciega entre desplazados, siliconas y traquetos de medio pelo. Tus mejores hijos te están abandonando y aquellos que deberían velar por tu progreso y desarrollo no ven más allá de sus intereses personalistas. Políticos y raízales de apellido alguna vez pomposo hoy se encierran en sus condominios, no más ni menos que jaulas de oro, como si tu continuo deterioro no significara, a la postre, su propia desvalorización. Perdiste tu vínculo con el patrimonio histórico y hoy los jóvenes a los que cobijas no son más que clientes potenciales de cirujanos y curanderos estéticos. Perdiste la sensibilidad por la vida y los asesinos aprovechan para quitarla impunemente.

Dejaste atrás la Academia de los Buenos Valores y las tradiciones familiares. Las universidades que tienes a tu alcance no son más que centros de reclutamiento de los que pueden pagar caro un falso prestigio, pues siguen graduando “doctores” en serie, en lugar de humanistas con conocimiento científico, práctico y moderno.
Estás ebria, bebiendo de la gigantesca fuente nocturna de licor en la que te han convertido. Solo espero que aproveches las bondades naturales que aún conservas, mucha gente Buena, tu clima, tus ríos, tus valles y montes, para que irradies otra imagen, diametralmente opuesta, a esta que me llevo conmigo en mi regreso. Te lo pido de corazón, a ti, mi ciudad.
¡A ti Cali…Mi Puta Triste!

Autor: Jaime Losada Giraldo
(Agradezco a "Anònimo" que me haya dado el nombre del autor. La etiqueta ya tiene vida)

martes, 21 de octubre de 2008

DE MI AMIGA SOFÍA CEDEÑO

Este recuerdo maravilloso me lo dejó escrito en una agenda mi amiga Sofía Cedeño hija del Valle de Upar, en Mayo del año 2004 mientras asistíamos un martes cualquiera, al Taller Literario de la Universidad de Antioquia (Colombia).


"Quiero que recuerdes que los ojos de las princesas no se hicieron para llorar,
....o, tal vez sí.
¡Acabo de descubrir de dónde salen los diamantes! "
(Sofía Cedeño)

DÉJAME ENTRAR EN TU VIDA


MÁS ALLÁ DE TU CUERPO

Tu cuerpo de memoria lo conozco:
pequeñas y medianas cicatrices
le van dando a tu piel otros matices
y tornando lo suave en algo tosco.

Viejas marcas de locas aventuras
en tu cuerpo las he visto grabadas.
de memoria conozco tus miradas,
el color de tu piel, tus travesuras

En mi mente grabada está tu horma,
te conozco los ojos y el cabello
las zonas donde abunda más el vello,
de tu cuerpo conozco cada forma.

Tus músculos, sus rectas y sus curvas;
tus iras y arrebatos, tus defectos:
tus dientes que a mi lengua son perfectos,
te conozco también cuando te turbas.

Conozco tus temperaturas,
tus ritmos, tu sudor y tu saliva.
Sé cuál es el momento en que se aviva
en tu alma el deseo de aventuras.

Me sé tus inquietudes y tu calma.
Tus palabras de memoria yo me sé.
Esta mañana a la vida pregunté,
porqué no puedo conocerte el alma.
(Luz Helena Díez Vélez)

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