sábado, 12 de diciembre de 2009

PAPERBACK WRITER









A mis amigos, y para aquéllos a los que no les adeudo la ternura porque les quedé debiendo más de una factura, quiero dedicar la publicación de mi primer libro de cuentos: “Un pésimo malo”.

Fueron muchas noches arrugando papeles en las que lo único cierto, fueron las ganas que tuve de salir volando por la ventana cuando no me salían las historias en las que muchas veces, me vi involucrado como uno de sus personajes.

Este libro nació porque afortunadamente no uso corbata, no me coloco el vestido de paño del señor gris, porque sigo con mi capacidad de asombro intacta, y porque todavía vive en mí el niño que nunca ha crecido, ése pésimo malo que usa jeans rotos, lee a Mafalda, hace el signo de la paz, escribe grafittis, toca puertas, tira piedras, y sale corriendo.
Pura y deliciosa inmadurez.


“…If you really like it, you can have the rights
It could make a million for you overnight
If you must return it, you can send it here
But I need a break and I want to be a
Paperback writer
Paperback writer


Foto: Luis Carlos Bonilla Sandoval

jueves, 10 de diciembre de 2009

TIEMPO, DEVUÉLVEME MI TIEMPO
























Tiempo:
Quisiera saber en dónde te encuentras, aunque siempre me han dicho que estás en todo lo que nos rodea, y que tu paso es inexorable.
Llévame de vuelta a los días cuando salía en mi patineta roja a comprar las dos botellas de leche y el pan tajado a la tienda del judío que me enseñó a comer pan francés de cincuenta con Coca Cola.
Devuélveme las tardes de los sábados cuando salía al balcón a ver a la vecinita que tanto me gustaba.
Retrocédeme a las noches en casa de mi abuela para que pueda buscar el olor perdido del pan recién horneado que se regaba por todas las habitaciones.

Dibuja mi cuarto y mis soldaditos de plomo, ayúdame a recordar mis juegos a los vaqueros en sus rincones, cuéntame si ellos también fueron continentes desconocidos a los que llegaba dentro de una caja de cartón que se convertía en barco mientras recorría toda la casa en compañía de mi hermana.

Ayúdame a recordar que en mi barrio cada calle y lote baldío, eran una aventura, y que cada esquina era una memoria inolvidable, y que en esta vida lo importante es el tratar y que lo que cuesta, es lo que no voy a olvidar.

En la curva de los años me he encontrado de nuevo con los muchachos con los que solía jugar después de salir de cine de domingo, con aquéllos amigos con los que caminé senderos de estrellas cuando el horizonte era tan sólo un atajo sobre el río al que íbamos a capturar pececitos de colores. Enséñame como hacíamos para tratarnos de vos y no de usted.

Hoy recobrando la memoria con café, y viendo el cambio en nuestros rostros, reafirmo la lección que me diste alguna vez:
Aunque pases y, pase lo que pase…se puede seguir siendo el de siempre.


Luis Carlos Bonilla Sandoval
Fotos: Luis Carlos Bonilla Sandoval




miércoles, 18 de noviembre de 2009

SEE ME, FEEL ME, TOUCH ME











He vuelto al lugar en donde te vi por última vez. Nada ha cambiado, excepto que ya no están mis soldaditos de plomo, ni los discos de The Who en la repisa.
En el espacio que alguna vez ocuparon algunos de mis sueños, está la nota en la que escribiste que te los llevabas, porque haciéndolo cortabas el hilo que me ha mantenido atado con aquéllos años maravillosos en los que la vida me importó muy poco.
A partir de hoy creo que tendré que acostumbrarme a ver el vacío, y a escuchar el silencio en mis oídos. Espero que los soldaditos te cuiden, y que puedas digerir los discos. En sus surcos encontrarás letras y sonidos que difícilmente vas a comprender.

Postdata 1: Si quieres me llamas y te cuento porque Pete Townshend rompía guitarras, o si prefieres jugamos a los soldaditos.

Postdata 2: No vayas a vender los discos. Son ediciones inglesas originales.


Luis Carlos Bonilla Sandoval

The Who - Google

sábado, 24 de octubre de 2009

MI MAMÁ YA NO ME MIMA












Cuando abro la nevera y no encuentro mayonesa de la que preparabas, siento un enorme vacío en mi vida, y esto me hace reafirmar que no me trajiste al mundo a sufrir, sino a disfrutar de una fiesta sin final, pero viéndome tan solo en la mansarda que ocupo desde que me fui de casa por haber perdido el año escolar, hace que piense todo lo contrario, y que busque consuelo algunas veces en la canción “Fair game” de Crosby, Stills, Nash & Young porque recuerdo que la conocí cuando decías que me estabas criando con cautela, palabra que abarcaba cualquier intento de ir a la esquina a contar películas con mis amigos.

Muchas veces me ha provocado dejar todo, pero no sé cómo, y lo peor es que no puedo ni siquiera intentarlo, porque no he pagado la renta hace más de dos meses, situación que me obliga a esconderme del casero cuando lo veo, porque anda diciendo que si no me pongo al día, se llevará todos mis discos de rock. Ya se cargó el de los Dave Clark five que tiene la canción “Because”, el de Arlo Guthrie que incluye el tema “Coming into Los Angeles,” uno de América con el clásico “Don’t cross the river”, y “Hold the line” de la banda Toto. Mamá, así te suene raro, esto es peor que aguantar hambre.

No vayas a creer que sólo te extraño por lo de la mayonesa, también te echo de menos cuando escucho “Miss you” de los Rolling Stones. Esta canción me recuerda la lasagna de pollo y el puré de papas con tocineta sofrita que hacías, aunque también trae a mi memoria los movimientos de caderas de Mick Jagger, y la imagen de Laura llevándose mis cuentos del pato Donald, y el libro de imágenes de The Beatles del fotógrafo Tim Hil . Te juro que si hubiera sabido que cumplir años y no madurar iban a complicar mi vida, habría hecho hasta lo imposible por aprender a anudarme la corbata, pero ya ves, sólo se desnudar mis debilidades de hijo, pues soy un pésimo malo.
Me gustaría que escucharas “Dismal day” de la banda Bread para que sepas cómo me estoy sintiendo, pero si no la entiendes, pídele a mi hermana mayor que te traduzca “Mother freedom” del mismo grupo, así sabrás que estar lejos de casa no ha sido malo del todo, pues aunque no terminé la secundaria, ni aprendí a pegar un botón y mucho menos a freír un huevo, sé hacer pulseras tejidas, collares con semillas, y hasta tengo tiempo para soñar con un mundo mejor.

Ayer mientras revisaba algunas fotos en las que aparezco feliz a tu lado, pensé seriamente en la posibilidad de seguir sonriendo, así me tilden de inmaduro, pues tú más que nadie sabe que la edad, la curiosidad, y llevar la contraria, hacen que sienta lo mismo ante lo que veo como asimilado, y lo más importante, es que la cultura sistematizada, no ha podido satisfacer a este curioso del desorden y del colorido.

Quisiera saber si todavía me recuerdas cuando cumplo años, pues desde que decidí vivir solo, nadie volvió a darme regalos, ni a cantarme el “Happy birthday”, olvido que me ha llevado a decidir que la canción de The Beatles con este mismo nombre, sea la que alegre mi vida cuando trate de recordar cuántos años no tengo.

Postdata#1: Hoy me levanté con la canción “Turn turn turn” del grupo norteamericano The Byrds dándome vueltas en la cabeza. Debe ser porque Laura se fue barriendo con todo.
Postdata#2: Mamá por favor llama antes de que me corten el teléfono, que el casero se lleve mis discos, y tenga que vender la guitarra. Me hace falta tu cantaleta.


Luis Carlos Bonilla Sandoval



Fotos: Luis Carlos y Google

miércoles, 14 de octubre de 2009

TE ROCKUERDO DESDE LA BAÑERA



















































Quiero que sepas que si estuviera afectado por tu partida, y por la conversación telefónica que sostuvimos después de que te llevaste las cosas que teníamos en la mansarda, a excepción de mis discos de rock y los afiches de The Beatles, no estaría en la bañera tratando de introducir mi patito de caucho dentro de una pompa de jabón mientras vivo la sicodelia de los diez y siete minutos y cinco segundos de la canción “In-a-gadda-da-vida” de la banda Iron Butterfly. Escuchar esta versión larga ha sido una buena estrategia para olvidarte, y para que no me tiemble la voz cuando deba decirte que ya no anhelo cruzar contigo el universo dentro del bus multicolor que estuvo en Bethel.

Ayer mientras buscaba un disco perdido de John Denver con el que esperaba darle un color diferente a mis nostalgias, encontré las flores y el signo de la paz que me hiciste con papel mache aquélla tarde en la que escuchábamos “Reflections of my life” del grupo The Marmalade, y mientras las contemplaba, reconstruí el momento en el que te dije que la melodía de la canción no tenía nada que ver con la traducción al español que algunas emisoras hacían de la letra, recordando además que después de que te hice este comentario tan simple, tuviste tus primeras pataletas de adulto, pues apagaste la grabadora para decirme que habías pasado el examen de admisión en la universidad, que estudiarías derecho y ciencias políticas, y que nunca más volverías a usar jeans ni a rockear conmigo porque esto no va con la rigidez de la “Teoría Pura del Derecho” de Hans Kelsen, y mucho menos con tu nueva vida de estudiante respetable.
Menos mal que no aprendí a interpretar la guitarra que me regaló mi papá. Pienso que hubiera cometido un error apagando la última estrella mientras te componía un Blues triste para hacerte ver que estabas equivocada. La melodía y la letra tan personal, habrían sido con el tiempo mi dolor de cabeza. Prefiero soñarte con “Like a rolling stone” de Bob Dylan, aunque sé que nunca te gustó la voz de este cantante.

He pensado que después de que termine de bañarme, y que el patito de caucho se haya salido de la pompa, te llamaré. Pero lo que no sabrás es que lo voy a hacer porque te extraño, y que el pretexto será el de averiguar por el paradero de las revistas Life que guardaba en mi clóset, sobre todo por aquéllas en las que aparecen en sus carátulas los Cuatro de Liverpool, los astronautas del primer viaje a la luna, las fotos de la alternativa de Manuel Benítez “El Cordobés”, los estragos del Napalm en guerra del Viet Nam, y las fotos del Ché en Bolivia. Pero si para cuando te llame estás ocupada preparando tus exámenes finales, no te preguntaré por las revistas, te hablaré de la nueva franela que compré en una venta de saldos para reemplazar la gris de Mickey Mouse que nunca te gustó, pero no te haré comentarios de mis tenis Adidas, ni de mis Levi’s 501. No te gustará saber que los primeros perdieron parte de la suela como me lo pronosticaste, y los segundos están llenos de rotos y parches alusivos a bandas de rock.

Si hubieras escuchado la canción “My generation” del grupo británico The Who cuando te lo sugerí, hoy estarías rompiendo guitarras como Pete Townshend, pero quisiste ser adulto, permitiendo además que tu mirada madurara. Cuando tocó la harmónica en la esquina, me dicen que vistes de sastre, que usas tacones altos, y caminas de prisa. Yo sigo usando jeans desteñidos, y tan campante como Johnny Walker.

Creo que no te he olvidado, y esto lo pude comprobar, pues mientras escuchaba “The horse no name” del grupo América, sonó el timbre y pensé que eras tú que regresabas sin tus libros de derecho, con los senos libres bajo la blusa hindú que tanto me gustaba, con algunas margaritas enredadas en el pelo, y haciendo el signo de la paz. Pero me equivoqué. Era la vecina que venía a reclamarme porque estaba saliendo agua por debajo de la puerta del apartamento. Debió ser que dejé la llave de la bañera abierta mientras esperaba una llamada tuya.

Postdata: He aprendido a preparar el agua jabón para hacer pompas. Cuando quieras te enseño, pero por favor trae tu aro de alambre para saber quién hace la más grande.

Luis Carlos Bonilla Sandoval (Octubre 2009)


Fotos: Google


martes, 6 de octubre de 2009

ZAMBA PARA NO MORIR





Romperá la tarde mi voz,
hasta el eco de ayer,
voy quedándome sólo al final,
muerto de sed, harto de andar,
pero sigo creciendo en el sol, vivo.
Era el tiempo viejo, la flor,
la madera frutal,
luego el hacha se puso a golpear,
verse caer, sólo rodar,
pero el árbol reverdecerá, nuevo.
Al quemarse en el cielo la luz del día, me voy,
con el cuero asombrado me iré,
ronca al gritar que volveré,
repartida en el aire a cantar, siempre.
Mi razón no pide piedad,
se dispone a partir,
no me asusta la muerte ritual,
sólo dormir, verme borrar.
Una historia me recordará, vivo.
Veo el campo, el fruto y la miel,
y éstas ganas de amar.
No me puede el olvido vencer,
hoy como ayer, siempre llegar,
en el hijo se puede volver, nuevo.
Al quemarse en el cielo la luz del día, me voy,
con el cuero asombrado me iré,
ronca al gritar que volveré,
repartido en el aire a cantar, siempre.

Canción: Zamba para no morir (Mercedes Sosa)
Fotografia: Paula Andrea Pinzon Bonilla

miércoles, 2 de septiembre de 2009

YA SONRÍO COMO ANTES, HE CAMBIADO DE PENSAR













Después de muchos intentos aprendí a escribir tu nombre sobre jirones de viento. Esto significa que te olvidé. En mi corazón ahora vive una secreta mujer que trajo consigo el aroma de los campos de fresas para siempre, y que es feliz cuando pongo en mi gorra el botón metálico en el que se encuentra dibujada una paloma blanca sobre el mástil de una guitarra silenciosa, la que para mi gusto, y el disgusto de los iconoclastas, imagino ha de ser la Fender Stratocaster de Jimmy Hendrix.

Podría decirte que la canción“Woman” de John Lennon hizo su parte, pero sé que no lo entenderás así, y que vas a manifestar que esto es absurdo porque la canción es un himno a la reconciliación por aquello de que en alguna parte dice “Mujer, por favor déjame explicar. Nunca quise causarte pena o dolor…”
¿Qué pensarás si te digo que John disfrutó mucho con May Pang antes de explicarle a Yoko en “Double fantasy”, que quería convertirse en un gorrión enjaulado?

No me voy a preguntar quien seré sin tus palabras rebuscadas, tampoco te voy a regalar mi camisa azul para que duermas con ella, y cuando me acueste después de ver en la tele el show de Bugs Bunny, no voy a pensar si hay trigo maduro en tu pelo. Ya no soy el molino de tu amor.

Hoy mientras caminaba sin prisa por las callecitas angostas de mi barrio, tuve tiempo para contar sus adoquines y las cometas sin vida que giran enredadas entre los cables de la energía desde el último verano, descubriendo mientras lo hacía, que sigo con mi madurez intacta.

He dejado los clásicos de la literatura universal para retomar los comics, toco timbres y salgo corriendo, tiro piedras, rompo vidrios y tejas, pateo botes de basura, pego goma de mascar en las sillas de los teatros y en los asientos de los buses, escribo grafitis en las paredes, y disfruto mucho más haciéndolo en las puertas de los baños, no lustro mis zapatos, no uso el reloj de Mickey Mouse que me regalaste el día que publiqué mi libro del cual no vendí ningún ejemplar, he recuperado los blujeans que mi padre perdió jugando al póker en la casa donde nace el sol, como manzanas verdes y las huelo para que mi sentido del olfato viva nuevas sensaciones, y cuando lo hago, no me pregunto como antes si te habrás colocado perfume en medio de los senos, o si gotitas de sudor con sabor a mí, se estarán deslizando sin prisa a través de las copas de tu brasier talla 36 antes de llegar al fondo de tu ombligo, y al borde de tus bragas.


PD: devolví mi celular, y cancelé mi cuenta de Hotmail. Peter Pan me dijo que estos privilegios de la vida moderna, no se necesitan en Neverland.


Luis Carlos Bonilla Sandoval

Imágenes: Google

domingo, 23 de agosto de 2009

ROCKCUERDOS
































Quisiera saber si mirarte en silencio es distancia o es preludio, pues si te invito a escuchar los discos de rock que guardo con los aretes que le faltan a la luna, me vas a decir que no te gusta, que prefieres los diamantes de Lucy. Y si te digo que me he inventado el verbo “Nostalgiar”, me vas a preguntar toda seria, que cuando es que voy a madurar. Pero bien sabes que este verbo tan tuyo, tan vigente en las agendas de los sicólogos y en los libros con los que especulan en sus consultorios, no me interesa. Prefiero seguir creyendo en un cielo de mermelada, en los Blue Minnies, y en los hombres de plastilina que llevan corbatas de espejo mientras conducen taxis de papel periódico.

Ayer mientras escuchaba “Woman” de John Winston Lennon, pensé llamar a tu casa para pedirte que nos encontráramos en el baño de un café como lo hicimos alguna vez, pero me contuve. Sentí que si lo repetíamos, no te iba a dar besos con los ojos cerrados, ni te hablaría de la talla de tu sostén, ni del tatuaje en tu trasero, mucho menos de los dientes de Luis Miguel y de sus saltitos. Consideré que si nos encontrábamos en el wáter, sería para recordarte que en Agosto del 69, en una granja de Bethel, se realizó el mejor concierto de rock de todos los tiempos, y que gracias al documental dirigido por Michael Wadleigh, Crosby, Still &Nash, se volvieron tan famosos como su “Wooden ships”.

Hoy me he levantado con ganas de fumar en la bañera y de escuchar a Deep Purple. Para mí, esto es nostalgia, para vos, es ridiculez. Creo que te voy a dejar viviendo con tus baladitas ochenteras y tus palomitas de maíz hechas en horno micro ondas, pues me importa más la melancolía que pueda llegar a sentir si me quedo viviendo en este mundo sin una estúpida razón, y lo que es peor, sin saber si el Coyote se comió al Correcaminos después de haberlo atrapado con una trampa embadurnada de pegante marca Acme.

Me hubiera gustado decirte que Bob Dylan, Mick Jagger, y Paul McCartney, se tinturan el pelo, que Zak Starkey, el hijo mayor de Ringo Starr, abandonó Oasis, y comentan por ahí, que reemplazará a Charlie Watts en la banda de las Piedras Rodantes, y que Alicia, la que estuvo en el país de las maravillas, no se comió una seta mágica, sino una Silocibe Cubensis. Esto último me lo contó el Sombrero Loco.

PD: Aunque consideres que por culpa de mis rockuerdos y el cine retro que tanto me gusta no pudimos entendernos, quiero que sepas que nunca te voy a olvidar, y que antes de que el Coyote logre su objetivo, y mucho antes de que Mafalda se tome la sopa, te voy a regalar el collar que hice con los aretes que le faltan a la luna para que puedas conjugar y entender el verbo que inventé.


Luis Carlos Bonilla Sandoval – Agosto 22/2009


Imágenes: Google/Internet

domingo, 19 de julio de 2009

REFUGIO ARTIFICIAL













Tiempo de sueños esquivos en el que ha aparecido un poco de todo, hasta el recuerdo del día en el que mi padre perdió mi nuevo bluejean jugando al póker.

Tiempo de papeles arrugados y de hastíos en los que no he sabido nada de tu vida, y en el que lo único cierto, es que he estado soñando con tus dibujos nacidos en medio de claroscuros, sticks de incienso, porciones de pizza, botellas de Coca Cola a medio llenar, recortes de revistas, carátulas de discos, música de Eric Clapton, Bob Marley, y los Stones.

Quisiera saber si ya encontraste la casa donde alguna vez nació el sol, ése refugio invisible para alucinados del que me decías que sólo se puede llegar cuando se escribe, y en dónde es posible amar hasta el amanecer porque no existe el olvido.

Hoy he recordado la tarde cuando leímos a Baudelaire y me dijiste que las paredes y los muebles en ella no existen, que hay que dibujarlos para sentir sus líneas, y que te parecía triste saber que el tren que viaja a New Orleans, ya no se detiene en en la casa donde nace el sol.

Te cuento que después de haber visto 2001 Odisea del espacio por centésima vez siguiendo tus consejos para poder entender su simbología, no podría decirte si me inclino por esta adaptación que Kubrick hace del Centinela de Clarke, sí por Hikmet cantándole a “Tu alma”, quizás Bécquer que no sabe lo que ha soñado, de pronto García Márquez y sus mariposas amarillas, talvez Machado y los fantasmas, acaso Sabines o a lo mejor Serrat y su "Secreta mujer".

PD: Si te interesa saberlo, creo que por ahora…sólo me interesás vos, y más adelante…sólo vos.
Me lo recomendó el médico para la cordura.


Luis Carlos Bonilla Sandoval – Julio 18/2009


Fotografías: Luis Carlos Bonilla Sandoval

miércoles, 15 de julio de 2009

PENSÁNDOLO BIEN








Verte me emociona, pero no hacerlo, ha mejorado mi salud y mi apariencia personal. Volví a usar jeans rotos, franelas desteñidas, no uso loción, no me rasuro, y por supuesto no volví a cortarme la cara. Ya no tengo prisa para verte.

Ahora que no estás, creo nuevamente en las cosas simples de la vida. Me gusta andar descalzo, tomar café sin azúcar, caminar bajo la lluvia, hojear periódicos escritos en chino para no enterarme que le está sucediendo al mundo, comprar libros usados en el centro de la ciudad, leer a Mafalda y a Superman, pero lo mejor de todo, es que he vuelto a cantar“Words of love” de The Beatles como lo hacia cuando estaba en el colegio.

Ya no escribo tu nombre en mi cuaderno, ni en las paredes libres que quedan en el barrio.
He olvidado tus canciones tarareando las mías. No canto los "Secretos" de Lerner cuando estoy en la ducha, tampoco cuento ovejas ni películas, pero si me preocupa que Charlie Watts quiera retirarse de la banda.

No me interesa saber si me leíste, si te parecieron buenos mis escritos, si estás conmovida con la muerte de Michael Jackson y de Farrah Facewtt, o si el banco amplió el cupo de tu tarjeta de crédito para que puedas comprar el jamón light que anuncian en la tele.

Pero pensándolo bien, me hacés falta, y un día de estos te voy a llamar por teléfono para decirte que te quiero, y que si no estás comprometida, me gustaría volver a verte. Es bueno para la salud.


Luis Carlos Bonilla Sandoval – Julio 15/2009

Fotografías: The Beatles/Rolling Stones - Luis Carlos Bonilla Sandoval

martes, 23 de junio de 2009

NOCHE DE AMANTES ETERNOS











Voy a esperar a que el sol se oculte, que desaparezca el horizonte para verte.
Sé que la luz es un puñal de acero que destroza tu cuerpo, mi deleite,
que debo aguardar hasta que las campanas de la iglesia se silencien,
estar vestido de penumbras cuando salgas del sepulcro,
y ser tu elíxir de vida más allá de la muerte.


Las horas han pasado, y el sol ha muerto. Ya siento tu presencia y tu perfume.
¡Oh placer querida mía! Las sombras no ocultan tus líneas a mis ojos, puedo ver tu piel desnuda, tus pechos palpitante... tu sexo, lo permites.
Con los ojos me pides que te ame, que te deje beber mi sangre, que es preciso, que el amor es entre dos, y es para siempre.


Entrelazados sobre el piso de la cripta, sintiendo como clavas tus navajas en mi cuello, te he dicho que quiero ser una alma centinela, dejar atrás Estigia y a Caronte, hundirme contigo en las tinieblas de la muerte en vida, seguir siendo tu amante, que hagas de mi lecho durante tres noches tus dominios, ser la envidia del que vive sus desesperanzas, y no ser tan sólo un cadáver que yace junto al tuyo en una tumba de sueños infinitos.


Luis Carlos Bonilla Sandoval – Junio 23/2009



Imágenes: Internet/Google


sábado, 6 de junio de 2009

NOCHE DE RONDA











La muerte anda de ronda. Ocupa todos los espacios porque sabe que todo y todos, le pertenecen. No tiene prisa, simplemente aparece. Sus métodos de selección, y de control son diversos, y al índice de su manual de operaciones, le ha anexado un nuevo capítulo: Ha descubierto cómo convertir una simple gripa en pandemia.

Supe por comentarios que hicieron en el callejón, que no tiene sexo, y que ríe cuando se entera de que las enfermedades terminales siguen vigentes, pues en estos casos siente que su llegada será más placentera. Sus herramientas de trabajo tan diversas, las ha entregado a los humanos para que las perfeccionen, y algunos escogimos la que era, y seleccionamos nuestro objetivo con tiempo suficiente para que todos los medios de comunicación hablaran de nosotros, y así poder llegar de una al salón de la fama.

Hoy recuerdo que fui contratado por unos señores de espejuelos ahumados que me pidieron que apareciera en escena como actor principal cuando un auto de color blanco, europeo y nuevecito de placas oficiales, hiciera su aparición en mi barrio durante la inauguración de una escuela que ni techo tenía. Decían que al final, después de hacer el trabajo, no habría nada más de que hablar, que cambiaría la vida en la ciudad, y que cambiaría la mía.
Realmente poco me importaba si el hombre de la foto que me habían entregado para que tumbara era el presidente del partido "Rebúscate como puedas", actualmente en el poder, que si era bueno o malo en su casa con los hijos, que si tenía esposa y querida. Lo cierto era que nada había hecho por mí, pero yo si haría mucho por él. Lo convertiría en mártir sin cobrarle un solo peso ¡A mi qué!

Sólo sabía que le tocaba perder, que era él o yo, que no me iba a entristecer cuando lo viera muerto dentro del auto como sí me sucedió cuando vi morir desangrado a Pedro Navaja en la avenida, que no tenía tiempo para echarme atrás, que el canto de la ametralladora tenía que hacer un coro celestial con el chirrido de las llantas de la moto cuando estuviéramos escapando hacia la salvación, que después frente a la escuela, sólo debía quedar la señora sorpresa haciendo conjeturas, que esperaba que nada nos fallara para poder tomarnos unos tragos con los amigos y las nenas, y que al final del día, cuando todo estuviera frío, allá en el cielo no me estuviera recibiendo mi juez.

Yo tenía quince años el día que iban a inaugurar la escuela, y Pepe diez y seis. Hoy mi amigo tiene veinte de estar muerto, no tengo los quince míos, pero sí los veinte suyos de estar sentado en una silla de ruedas con una bala de fusil R-15 incrustada en la espina dorsal, estoy más viejo y me da pena decirlo, y él sólo llegó a tener diez y seis años. Se quedó joven para toda la ternidad.
Creo que debe estar allá arriba buscándome en medio de las nubes para salir por ahí, y seguro que tiene una motocicleta mejor que la que manejaba el día que nos despedimos para siempre.

Luis Carlos Bonilla Sandoval – Junio/2009
Tema musical: Sicarios - Rubén Blades
Imágenes: Internet

sábado, 9 de mayo de 2009

CARTA PARA JULIA





En esta mañana mientras miraba tus cartas y la fotografía que me entregaste cuando partí, he entendido el significado de amor, tiempo y distancia.
Tu recuerdo estuvo perdido con las esquelas durante muchos años, y hoy mientras camino hacia el ocaso de mi vida, afortunado soy al haberlas encontrado en el fondo de la cajita de madera que me regalaste la noche en la que atrapábamos luciérnagas para hacer una lámpara.

En este entreluces de colores sepias y de nostalgias que comienzan a perderse en las calles y en los techos de mi barrio, también he recordado la tarde en la que siendo muy chicos, intentábamos contar las mariposas que trazaban círculos sobre la superficie del estanque al que íbamos a ver zarpar barquitos de papel.

Mientras te escribo, siento que he comenzado a desvanecerme en medio de los colores cobrizos que ingresan por mi ventana, pero antes de que llegue el final, quiero confesarte que tengo la hoja de cuaderno que nunca te di. Todavía se puede ver el corazón que dibujé, y en su interior, tu nombre y el mío escritos con un lápiz de color rojo.

Todo tiene su final, nada dura para siempre. El señor tiempo ha pasado sin darme cuenta, y mientras caminaba con su prisa hacia el sol que se dibuja sobre un horizonte que no volveré a ver, he podido terminar la que quizás sea mi primera y última carta para ti.

Es lindo y es triste, pero las luciérnagas que aún guardo en la cajita de madera, han comenzado a pintar de luz el pedacito de noche que aún me queda. Mañana no estaré al atardecer.

Pablo


Posdata 1: Aunque el amor entre los dos se llenó de besos ausentes, adjunto a ésta, encontraras dos fotografías, y la hoja del cuaderno que nunca te entregué.

Posdata 2: Si todavía me amas, te estaré esperando al final del arco iris.


Luis Carlos Bonilla Sandoval – Mayo 9/2009

Fotografia: Luis Carlos Bonilla Sandoval

lunes, 4 de mayo de 2009

THE BLOGGER.COM




















adie me lo dijo antes, pero creo que estoy enloqueciendo.
Mis noches se están disfrazando de amaneceres, y hasta podría decir que los objetos inanimados que adornan los estantes y las paredes del lugar que me sirve de vivienda, han comenzado a tener un papel importante en mi vida: hablan de lo que me conmueve, piensan en lo que me irrita, y censuran lo que me inhibe.

Durante muchas noches con sus alboradas, y parte del poco tiempo que empleo para dormir, he estado buscando en internet un día sin nombre, un día que apenas se esté construyendo para sentarme durante sus horas a escribir sin afanes, y si lo encuentro, espero dejar de una vez y para siempre las angustias que vivo durante las horas que paso frente a la pantalla del computador tratando de reinventar historias en las que me he estado introduciendo como uno de sus personajes para presionar los desenlaces.

En la búsqueda incesante de lo que quizás no existe, mi fisonomía ha cambiado tanto como mi peso corporal, y esto sumado a la pérdida de la autoestima que llega cuando no se alcanzan o se pierden los objetivos, ya se ven reflejados en mi comportamiento.
Soy un apostata que no acepta el axioma absurdo que asegura que las sombras se alimentan de las imágenes y de nuestros temores para hacernos ver lo que queremos ver.

Un nuevo amanecer está encima, y aunque tengo acumulado cansancios y frustraciones de otras noches, no quiero dejar el final de este cuento en el aire, debo seguir digitándolo, y buscar en el cielo raso, en el piso, en los pliegues de las cortinas, o en cualquier objeto que me rodee, el final para una historia en la que he tratado de estar al margen.

Si no me estuviera sucediendo lo que a continuación les voy a describir, no lo creería, pero el tiempo se ha detenido. Los objetos que adornan mi habitación, ahora hablan en lenguas desconocidas, el monitor del computador ha enloquecido, hay un conejo blanco que me llama desde el fondo de un espejo, también ha aparecido un gato que sonríe, escucho a una reina obesa que lleva puesto un vestido elaborado con naipes dando órdenes, sobre mi biblioteca veo un sombrero loco que insiste en decidir por mí, el frío se ha convertido en una mujer, y detrás de mi…estoy yo.

Y si todo lo aquí escrito parece absurdo, desde el manicomio en donde me encuentro, puedo dar testimonio juramentado a quien le pueda interesar.




Luis Carlos Bonilla Sandoval – Mayo 4/2009

miércoles, 29 de abril de 2009

LAS CONFESIONES DE MINA





Quería aprender a caminar sin hacer ruido para poder llegar hasta tu lecho cuando el sol se ocultara, y cuando logré hacerlo, descubrí que levitaba, que no tenía imagen, y que mi cuerpo durante las noches de vigilia en las que te esperaba desnuda, era tan sólo un sueño que necesitaba vivir contigo en el mundo que hoy compartes con la vida.

Soy un reguero de tinta con la que podrás escribir nuestra historia.
Si ya no me amas, pero aún me recuerdas, quizás podrías empezar la primera página con esta frase: "Haber estado contigo mientras vivías, fue un privilegio que no supe valorar, porque sintiéndome seguro de tu amor, creí que no era necesario decirte que te amaba".

Hoy mis movimientos se aferran a cada uno de tus huesos para poder sentir sus crujidos cada vez que camino tu cuerpo antes de que llegue el alba. No lo sabes, pero en el lugar oscuro y vacío en el que me encuentro, y que algunos llaman eternidad, necesito que mis rodillas toquen mi cara y me consuelen.

Luis Carlos Bonilla Sandoval - Abril 29 de 2009

Fotos tomadas de internet

sábado, 25 de abril de 2009

CONVERSACIONES CON EL VIENTO









Hoy el viento me habló desde el fondo del bosque, y dijo muy convencido, que no volverás, que debo eliminar de mi diccionario el verbo volver, y aprender a conjugar uno que se llama olvidar.

Quiero que sepas que tu recuerdo es más grande que todo aquello que no tiene explicación lógica, y que no he querido escuchar lo que se dice en la floresta, aunque el viento ha estado insistiendo en dejar una estela de letras y de frases cada vez que camina en medio de las hojas de los árboles, y sobre las aguas del estanque en donde se bañan las libélulas y las mariposas que nunca pudimos contar.

Parece cosa de locos, y es posible que no me creas, pero mientras negaba la posibilidad de escucharlo, aprendí a hablar en el idioma de los fenómenos naturales que llegan y se van de casa, y en el lenguaje abstracto de las hojas que cubren el camino que tantas veces recorrimos.

-Brisa. ¿Volverá?
-No lo creo. Pregúntale a las hojas-
-Hojas…
-No sigas. Bien sabes que no puede retornar quién nunca estuvo.
-Dime atardecer. ¿Volverá?
-Es imposible que lo haga. Su recuerdo se fue más allá del sol de los venados.
-Arreboles. Son ustedes mi última esperanza ¿Volverá?
-No. Ya pintamos el atardecer, y sólo vimos la silueta de tu ciudad, más no la de ella.
-¿Entonces qué debo hacer?
-No hagas nada. Vuelve a la brisa. Pregúntale de nuevo, mira las hojas, tócalas, busca en ellas los pasos perdidos, escucha al atardecer, y sí nada comprendes todavía, entonces el viento habrá de repetirte lo que no has querido aceptar.


El tiempo ha pasado entre nosotros, y la vida con algunos de sus colores, sigue en el mismo lugar en donde la dejaste. Continuo escribiendo, no se sí mejor o peor, y la puerta cómo te lo dije alguna vez, permanece abierta por si quieres volver.
Quiero que sepas que aprendí a apagar la estufa, y que cuando lo hago me acuerdo de tí. También aprendí a preparar café.

Luis Carlos Bonilla Sandoval – (Santa Elena, Abril 19/2009)

miércoles, 22 de abril de 2009

QUISIERA SABER
































Quisiera saber si mirarte en silencio es distancia ó es preludio,
saber si sabes que en mi amor mudo hay otras cosas.
Quisiera saber si duermes, o voy en contravía,
saber mis sueños tuyos y tu boca mía.
Quisiera saber si eres hoy y serás mañana,
saber si puedo soñar que existes, o te olvido.
Quisiera saber si sabes que amar es sinónimo de dos,
saber si eres en mi vida la respuesta que esperaba.
Pero si no lo sabes o lo callas, saber no es sólo un verbo,
saber también es sentir, que al fin nos entendemos.


Luis Carlos Bonilla Sandoval – Abril 11/2009

Fotografia: Luis Carlos Bonilla - Parque de Botero (Medellin)
Ojo: Google

viernes, 17 de abril de 2009

EL LOCO DE LOS CINCOS




































Yo sé que estoy piantao, piantao, piantao…
No ves que va la luna rodando por Callao;
que un corso de astronautas y niños con un vals,
me baila alrededor… ¡Bailá! ¡Vení! ¡Volá!”

Balada para un Loco (Horacio Ferrer)

¡Hey Charlie! Decíme que estás bien bacán, que no tenés frío, y que los achumados de siempre no vinieron anoche a colocarte cigarrillos ordinarios en los dedos. Decíme que los intelectuales abacanados no han venido todavía a joderte con las cámaras de televisión, los discursos repetidos, y el cuento del festival del tango en tu homenaje y tales.

Con la puntualidad de siempre, este es quilombo que escucho desde mi ventana a las cinco de la mañana antes de que empiece el noticiero radial. Me he acostumbrado a la perorata del hombre que se esconde detrás de un árbol, y que “tiene medio melón por cabeza, las rayas de la camisa pintadas a la piel, dos medias suelas clavadas en los pies, y una banderita de taxi libre levantada en cada mano”. Una mezcla rara de penúltimo linyera y de primer polizonte en el viaje a Venus como lo escribió Horacio Ferrer.

Es un loco lindo, es mi reloj despertador, aunque no sé si los demás vecinos lo sientan como propio, yo lo siento mío. Vivo solo, pero esto no me importa. Así también soy feliz. Nunca me preocupé por acoyarme y mucho menos por dejarme abrancar. No tengo perro que me ladre, voy y vengo como el viento, y cuando el loco me recuerda a Carlitos, lloro por las cosas que me gustaban y que ahora solo me conmueven.

¡Hey Charlie! Bajá de tu pedestal, no sigás embretado en tu porteña soledad. Mirá que si no tenés gomina, y no te para bolas una feba de la Cuarenta y Cinco, solo tenés que prender un faso de los que te dejan los borrachos que suben en primera cuando van a la casa pensando en la disculpa que le dirán a la percanta que los espera desde ayer en la catrera. Viejo, mantené la sonrisa de siempre, y ya. Te juro que si te sentís mal, vendré con un poema y un trombón viejo a desvelarte el corazón amigo Charlie, y perdoná si te falto el respeto y no te digo Don Carlos Gardel, pero es que yo a mis amigos los trato con confianza.

Son las seis de la mañana. Lo sé porque el Loco de los Cincos ha terminado de hablar con Carlitos, y el noticiero ha interrumpido para darle paso a la publicidad.

Afuera el estruendo metálico de los buses que suben y bajan, el humo y la polución que sale de sus tubos de escape, el grito destemplado del médico que arregla la depresión, los chismes alzados de la mujer que sale todos los días con una escoba a barrer el andén y a esperar con quien alacranear, los semáforos locos que dan tres luces celestes, las ofertas de muebles para pagar a crédito, las canciones que salen de la vitrola del bar que no cerró, el olor a manteca rancia que se desprende de la fritadora de pasteles, la humedad de los techos, el sonido que producen las puertas de las casas de empeño que esperan la llegada del parcero con el botín y las biyuyeras, el bullicio de muchachas que bajan presurosas para el colegio, las carreras de los varones que van para el laburo y al final los pasos largos de la secretaria que será recogida por su jefe en la esquina de la frutera donde las naranjas le tiran azahares al Loco de los Cincos.

La mañana sigue en el mismo lugar en el que la dejé cuando me fui a preparar el almuerzo y a escuchar el radioperiódico del medio día. No avanza, y por el sonido seco como de cabeza rota que entra por mi ventana, se que los bacanes están siguiendo la trayectoria interminable de una bola de billar, y es muy seguro que el lustrabotas con su baranda que espanta, les esté ofreciendo como todos los días, el betún que se necesita para que los tamangos luzcan como nuevos.
En los bares ya no hay malevos ni pillos. Ahora hay fajados.
Nada es igual en las calles del destino ingrato. Lo único que ha cambiado es la casa de Carlitos, aunque dicen por ahí que para el festival de tango de Medellín, le van a meter biyuya para que luzca como en sus mejores años.

Las seis de la tarde. Las edificaciones de la Avenida Oriental se adornan con sus mejores sombras y silencios, y los habitantes que esta mañana bajaron presurosos por la calle principal del barrio, suben cansados con sus historias bajo las pilchas. Yo no sufro de esos avatares. Mis sueños siguen intactos. Soy libre.

Las nueve de la noche. La radio anuncia un festival de tango para la gente linda, y yo pregunto sin poder hacer nada:

¿Acaso no tienen derecho a soñar con María de Buenos Aires y los adoquines de San Telmo los que se le trepan a la ternura de locos que hay en los locos, y en el Loco de los Cincos?

Silencio en la noche, ya todo está en calma, y desde mi ventana del barrio Manrique en Medellín, puedo ver a Carlitos embretado lejos de su Buenos Aires querido y de la niebla del riachuelo que lo amarró al recuerdo, lejos de los barcos carboneros que jamás van a zarpar, y de su Abasto donde aprendió a cantar para que se le escuchara mejor el día que sus ojos se cerraran y que el mundo siguiera andando. A pesar del frío sonríe como todas las estatuas. Tiene su gomina y luce sereno. Los borrachos le han llevado cigarros, y las viudas flores y peticiones escritas en papelitos que han dejado en las hendijas de los muros enrejados que lo rodean.

¡Hey Charlie! ¡Hey viejo Charlie! ¡Te vine a brillar las placas mijo, con este pañito nuevo! Vos sabés parcerín que conmigo no hay pierde, conmigo todo es a lo bien. Y si no había venido antes a darte la vueltica, es porque andan diciendo por ahí que van a recoger a los linyeras pa’ llevarlos al manicomio pa’ que no los vean los turistas que vienen a lo del festival. Pero fresco mi llave que estoy mosca, no me jaboneo. A mí no me pillan así de una. Viejo Charlie, así que salí a volar conmigo, subite a mi ilusión super-sport, y vamos a correr por las cornisas con una golondrina en el motor, y fresco mijo que yo lo traigo a su pedestal antes de que suba el primer bus pa’ que se pueda abrir a los amores y pueda recibir más tarde el homenaje del alcalde y del cónsul de Argentina, y si no querés salir conmigo en el noticiero, yo me abro y nos pillamos después. ¿Tolis?

Y el Loco de los Cincos se fue silbando calle abajo con su pañito rojo en la mano, y con el pucho de la vida apretado entre los labios, y cuando llegó a la esquina de la frutera, levantó el pulgar en dirección a la estatua de Carlitos el solitario, y le gritó con alegría que lo quisiera pa´ siempre así, piantao, piantao, piantao.


Son las cinco de la mañana de cualquier día, y el Loco de los Cincos no apareció para hablar con Carlitos.

Seis de la mañana del mismo día.
La radio está anunciado en su segmento de noticias de última hora, que en la madrugada de hoy durante una batida de orates e indigentes que realizaban las autoridades con el ánimo de mantener limpios los lugares turísticos de la ciudad de Medellín durante el festival de tango, un hombre al que le decían el Loco de los Cincos se había subido a la parte más alta del Edificio de los Espejos para que no lo atraparan, y que después de muchos intentos de persuasión por parte de los bomberos voluntarios y de la policía, se había arrojado desde una cornisa con una banderita de taxi libre levantada en cada una de sus manos, y gritando que lo dejaran tranquilo, que solo quería atrapar una golondrina para llevársela a Charlie el solitario una madrugada de festival.


Luis Carlos Bonilla Sandoval (Medellín, junio 19 de 2008)
Fotografias: Luis Carlos Bonilla Sandoval

jueves, 16 de abril de 2009

ESTO Y MUCHO MÁS
















Mi lucidez solo retorna cuando pienso en ti barrio distante,
cuando te siento el padre putativo de los que negamos la posibilidad de ser adultos,
cuando recuerdo tus esquinas en las que descubrí el sabor del beso que se roba y del beso que se da,
cuando reinvento tus calles por las que corrí detrás de un balón mientras pensaba en mi primer amor.

Barrio:
Eres refugio de cinéfilos solitarios que le huyen al DVD y a las palomitas de maíz hechas en horno micro ondas,
eres la musa para los escritores que buscan salir del anonimato,
eres tribuna abierta para los poetas y marxistas,
eres la oscuridad perfecta para los amantes a escondidas y el grafiti,
eres la aventura que vende la prostituta de la esquina,
eres el vidrio roto de una ventana indiscreta.

Barrio:
No te lo dije nunca, pero me gustas cuando te conviertes en el paraíso de los locos que miran tu luna en noche de vampiros,
y que lo mejor de todo, si no te lo han dicho todavía,
es que todos sin tenerte, tenemos cabida en tu regazo.

Luis Carlos Bonilla Sandoval – Abril 1/2009

Fotografías: Luis Carlos Bonilla Sandoval - Santiago de Cali

martes, 7 de abril de 2009

DILEMA

























Caminé tus fronteras pronunciando tu nombre,
indocumentado como siempre quise,
atrapando alegrías entre montes y valles,
soñando tus ojos, pensando en tu boca, jugando en tu pelo,
a tu lado mi amor, sentía la vida.

Velando tu sueño sentí que te amaba,
y fue sólo hasta entonces que busqué refugio en tu pecho.
-¿Escuchas mi corazón bajo el Vesubio amigo mío?
-Escucho tu corazón, siento que explotas-
-Entonces camina mi piel, hazla muy tuya, viaja sin prisa,
deja tus huellas, bebe mi sangre,
y no preguntes si habrá sol en mi lecho…cuando suba la tarde, los dos moriremos.

Bebí de tu vida, me quedé en tus besos,
cerré mis ojos en la otoñal penumbra,
busqué el aroma que imaginé en tus senos, luego tu puerto… mi melancolía.
No eras mi amiga, no era tu amigo,
éramos uno... y uno de los dos hoy moriría.

Tuve que morir por haberte amado,
pero quiero que sepas antes del olvido,
que no fui irresponsable, respeté la vida,
que fue primero mi amor, luego el deseo,
que no es egoísta quien muere en el placer sin freno,
egoísta es quien calla en vida... lo que el corazón le dice.


Luis Carlos Bonilla Sandoval – Abril 7/2009

Fotografia: Luis Carlos Bonilla Sandoval

domingo, 29 de marzo de 2009

NOCHE NO TE VAYAS











He sentido la necesidad de pintar las líneas de tu cuerpo, y de pedirle a mi tristeza que te diga muy despacio, y al oído, que quiero llorar porque sin quererlo me estás dando la vida.

Imaginándote en las sombras te he dicho “te quiero” sabiéndote mi amiga.
He robado la penumbra que encierran tus ojos, he sembrado anclas en tu talle hasta sentir tus huesos, he guardado tu recuerdo para que trascienda mi alma torturada.

Durante mi marcha por tu piel al compás del tictac profundo y sin color de un reloj distante, tus besos me llevaron hasta los humedales que nacen donde termina tu vientre. Has gemido sin pronunciar mi nombre, y embriagado de ti, ya imagino mis noches solitarias con tu nombre apretado entre mis puños.

¿Podré volver a caminar entre tus pasos?
¿Podré volver a vestirme con tus huellas?

Caminé tus hombros después de besar tus cejas, no sin antes hacer mía la punta de tu nariz casi perfecta.

¿Puedo darte un beso?
Me dijiste que sí, y yo como si presintiera que puedo hacerme daño en el destino incierto del abismo de tus labios, lo hice con lentitud tratando de grabar para siempre en mi alma tu sabor soñado.

¿Me regalas un beso que jamás pueda olvidar?
Lo hiciste como se despide a un marinero que ha bebido sus nostalgias en un sordo cafetín.

El viento está lejos. Escucho su llamado. Me espera más allá de las fronteras de tu reino.
Ya la noche se ha pintado de amanecer, y luce su vestido salpicado con los grises de la bruma. Debo partir para evitar las aguas negras de Estigia, y las intenciones repetidas del barquero, pero no he podido hacerlo. Has entrelazado tu cuerpo con el mío desnudo.

Noche no te vayas.
Su perfume ausente y los besos que para ella inventé,bien lo sabes, son parte de un instante que construi con letras de canciones, y si acaso no la vuelvo a ver, por favor dile que fue mi muchacha, mi tristeza, mi fruta jugosa, la miel en mis ojos, el dulce en mi boca, mí tarde serena.


Luis Carlos Bonilla Sandoval – Marzo 27/2009

Foto: Google

viernes, 27 de marzo de 2009

MÁS ALLÁ DE TODO











“La trigueña Encarnación, cuando se pone a bailar, no hace más que tararear lo que la orquesta interpreta…”
(El paso de Encarnación / Larry Harlow)


Esta mañana cuando desperté me vi muerto en mi lecho, pero a diferencia de muchos cadáveres que había visto, el mío era bello, exquisito, y hasta podría asegurar que sólo descansaba.
Al verme tan tranquilo me fui acercando con cierta discreción, pues consideré que de hacerlo con prisa y morbo, podría ocasionar alguna clase de ruido y romper el fascinante momento que estaba viviendo, y por consiguiente ser partícipe de la aparición del olor a tierra húmeda y removida que antecede a la podredumbre.
¿Pero si yo estaba muerto, cómo había muerto?

Era difícil saberlo, pues lo único que recordaba era que la noche anterior, y hasta la madrugada, había estado dándole gusto a mi cuerpo y al espíritu, y que mientras departía con algunos amigos, había visto a una mujer que me cautivó, y que en ese ir y venir de miradas y de ganas, había aceptado bailar conmigo sin conocerme.

Recuerdo que tenía una mirada profunda que permitía ver reflejados en sus ojos cortejos evanescentes de figuras encapuchadas, cuyas siluetas no parecían ser humanas, y que ante este acontecimiento extraño quise liberarme de sus manos, pero desistí cuando me sonrió relamiéndose los labios con la puntita de la lengua:
-Me llamo Encarnación como la mulata de Larry Harlow. No temas. Lo que has visto es lo que nunca te atreviste a aceptar, lo que no hiciste por culpa de la moral que te inculcaron-

Pasó una semana después de nuestro primer encuentro, y dos antes de que me animara a buscarla, y en esta mañana, o quizás noche (los muertos no tenemos horario), recuerdo que al llegar a su casa la besé y descubrí que sus labios eran fríos. Quise tenerla ahí mismo, pero me detuvo mirándome como un animal nocturno y asustado que hace uso del compuesto blanco de su retina, de la superficie reflectora que permite que la luz rebote hacia el frente del objeto para darle a sus ojos una segunda oportunidad de absorber la luz de las imágenes.

-Quiero que me des el calor que guardas en tu boca, quiero que me hagas sentir que estoy viva, quiero que me ames toda la vida, todos los años, los meses y los días-
Encarnación me condujo a través de los valles y las cordilleras que le atravesaban el cuerpo, y fue entonces que aparecieron entre nosotros deliciosos roces provocados por convexidades que nos arrastraron hasta placeres líquidos que se encontraba encerrado en nuestros cuerpos.
Sentí que su piel florecía, y hasta parecía que sus movimientos se habían aferrado a cada uno de sus huesos para que su cuerpo crujiera sobre el mío. Creí ver que había envejecido, que se marchitaba en medio de su blanca palidez, y que el salón en el que nos encontrábamos era un espacio aprisionado por todo aquello que existía en la tierra.
No la volví a ver más.

Con el paso de los días extrañé sus olores, la desolación de su cuerpo, y sus pocas alegrías. Durante muchas noches, el recuerdo de sus ojos tristes y profundos, me acompañaron.
Sin que Encarnación hubiera hecho nada diferente a querer encontrarme, nunca más quise saber de ella, y creo que ese fue mi peor error, pues desde ese día comenzaron mis noches de infortunio y mi lucha contra un ser invisible que se negaba a abandonarme, y que cada noche respiraba mi aire.

Sé que todos los sueños se pueden controvertir sin que importe si las imágenes están desfilando a una velocidad vertiginosa. Pero yo no he soñado los sucesos. He recordado una noche en el tiempo, y ahora lo único cierto es que estoy muerto, que tengo una sonrisa vacía dibujada sobre mi rostro, que mi cadáver ha sido olvidado, que mi boca todavía huele a la boca de ella, lo mismo que mi piel, que no hay aire en el lugar en el que me encuentro, que sólo existe el que se ha quedado atrapado en mis puños, sobre todo en el de la mano izquierda en la que me falta el dedo meñique que Encarnación me cortó una noche mientras dormía acosado por su recuerdo.

Luis Carlos Bonilla Sandoval - Junio 3 de 2007

Fotografia: Luis Carlos Bonilla Sandoval

miércoles, 25 de marzo de 2009

DE REPENTE













Para llegar hasta tu reino, viajé durante muchos amaneceres en los cuales tuve que enfrentarme a igual cantidad de horizontes, y durante mi recorrido desperté hálitos vivos y tibios en los que pude observar que el color negro tenía un azul, y el azul un opaco en el que escuchaba llorar a la nostalgia.

Luego a tu lado abracé el alba del invierno y sentí tu coraza de flores. Supe que eras cierta y te dije que me gustaría amasar la noche contigo y salir disfrazado en la mañana de horizonte, y que si llegaba otra noche, nos sentáramos en un cacho de la luna antes de amarnos para que me hablaras cuando callabas, porque estabas como ausente.

Hubiera querido decirte que acariciaba la idea de ser tu séptimo sentido, el nudo en tu garganta, la silla que te aguanta, tu peine de color, contar contigo.
También quise decirte que dobláramos las calles para guardarlas en cajitas de colores sin que nos importara la lluvia y el desorden de la gente.
Quise decirte que sembráramos guayabas, quise decirte que quería ser el calcio que te dan tus vitaminas, y que al final, si estábamos juntos, ser el cordón umbilical de tus zapatos.

De repente de la risa se hizo el llanto silencioso y blanco como la bruma, y de las bocas distantes nació el adiós.
De repente de la calma se hizo el viento que de los ojos deshizo la última llama, y de la pasión se hizo el presentimiento, y del momento inmóvil se hizo el drama.
De repente, no más que de repente, se volvió triste lo que se hizo amante, y solitario lo que se había hecho contento.
De la amiga próxima se hizo el amor distante, y se hizo de la vida una aventura errante.
De repente, no más que de repente.

Luis Carlos Bonilla Sandoval – Marzo 24/2009

sábado, 21 de marzo de 2009

ARGUMENTOS





-Dígame qué opina de mí, pero no se arrodille- Dijo la guerrera mirándome a los ojos después de haber terminado de grabar las letras de su nombre, el Mei de los de su estirpe sobre la superficie de su Katana, de su Oda Nobunaga como lo repetía durante las pocas noches de luna que me regaló.
No supe que contestar. Su pregunta había llegado en un momento que no esperé vivir a su lado, y hoy irrumpía con toda la furia de la lava.

Dentro de mi corazón no habían argumentos para defenderme. Todos los había gastado años atrás cuando traté de llegar al final del arco iris en donde creí que todo era posible.

Sentí ganas de gritarle muchas cosas, de decirle que hasta ayer había creído que estaba hecha del azúcar que utilizan los gnomos para hacer las alas de las mariposas, y que hoy, mientras me desangraba, descubría que su corazón estaba hecho de jade, pero la amaba demasiado para romper el pacto , y aunque mi piel estaba hecha de rabia, no tuve el valor de decírselo mientras buscaba en sus ojos el amor del que hablan los poetas.

Después de haber esperado por ella durante muchas lunas, perderle el respeto que se había quedado conmigo cuando escribí su nombre con gotas de rocío sobre una hoja de papel de arroz, no es de guerreros.


Luis Carlos Bonilla Sandoval, Marzo 21 de 2009

     DIATRIBA FRENTE AL ESPEJO®   Como sabía que en el Taller de Literatura de la universidad, el profesor me iba a preguntar el signi...