miércoles, 29 de abril de 2009

LAS CONFESIONES DE MINA





Quería aprender a caminar sin hacer ruido para poder llegar hasta tu lecho cuando el sol se ocultara, y cuando logré hacerlo, descubrí que levitaba, que no tenía imagen, y que mi cuerpo durante las noches de vigilia en las que te esperaba desnuda, era tan sólo un sueño que necesitaba vivir contigo en el mundo que hoy compartes con la vida.

Soy un reguero de tinta con la que podrás escribir nuestra historia.
Si ya no me amas, pero aún me recuerdas, quizás podrías empezar la primera página con esta frase: "Haber estado contigo mientras vivías, fue un privilegio que no supe valorar, porque sintiéndome seguro de tu amor, creí que no era necesario decirte que te amaba".

Hoy mis movimientos se aferran a cada uno de tus huesos para poder sentir sus crujidos cada vez que camino tu cuerpo antes de que llegue el alba. No lo sabes, pero en el lugar oscuro y vacío en el que me encuentro, y que algunos llaman eternidad, necesito que mis rodillas toquen mi cara y me consuelen.

Luis Carlos Bonilla Sandoval - Abril 29 de 2009

Fotos tomadas de internet

sábado, 25 de abril de 2009

CONVERSACIONES CON EL VIENTO









Hoy el viento me habló desde el fondo del bosque, y dijo muy convencido, que no volverás, que debo eliminar de mi diccionario el verbo volver, y aprender a conjugar uno que se llama olvidar.

Quiero que sepas que tu recuerdo es más grande que todo aquello que no tiene explicación lógica, y que no he querido escuchar lo que se dice en la floresta, aunque el viento ha estado insistiendo en dejar una estela de letras y de frases cada vez que camina en medio de las hojas de los árboles, y sobre las aguas del estanque en donde se bañan las libélulas y las mariposas que nunca pudimos contar.

Parece cosa de locos, y es posible que no me creas, pero mientras negaba la posibilidad de escucharlo, aprendí a hablar en el idioma de los fenómenos naturales que llegan y se van de casa, y en el lenguaje abstracto de las hojas que cubren el camino que tantas veces recorrimos.

-Brisa. ¿Volverá?
-No lo creo. Pregúntale a las hojas-
-Hojas…
-No sigas. Bien sabes que no puede retornar quién nunca estuvo.
-Dime atardecer. ¿Volverá?
-Es imposible que lo haga. Su recuerdo se fue más allá del sol de los venados.
-Arreboles. Son ustedes mi última esperanza ¿Volverá?
-No. Ya pintamos el atardecer, y sólo vimos la silueta de tu ciudad, más no la de ella.
-¿Entonces qué debo hacer?
-No hagas nada. Vuelve a la brisa. Pregúntale de nuevo, mira las hojas, tócalas, busca en ellas los pasos perdidos, escucha al atardecer, y sí nada comprendes todavía, entonces el viento habrá de repetirte lo que no has querido aceptar.


El tiempo ha pasado entre nosotros, y la vida con algunos de sus colores, sigue en el mismo lugar en donde la dejaste. Continuo escribiendo, no se sí mejor o peor, y la puerta cómo te lo dije alguna vez, permanece abierta por si quieres volver.
Quiero que sepas que aprendí a apagar la estufa, y que cuando lo hago me acuerdo de tí. También aprendí a preparar café.

Luis Carlos Bonilla Sandoval – (Santa Elena, Abril 19/2009)

miércoles, 22 de abril de 2009

QUISIERA SABER
































Quisiera saber si mirarte en silencio es distancia ó es preludio,
saber si sabes que en mi amor mudo hay otras cosas.
Quisiera saber si duermes, o voy en contravía,
saber mis sueños tuyos y tu boca mía.
Quisiera saber si eres hoy y serás mañana,
saber si puedo soñar que existes, o te olvido.
Quisiera saber si sabes que amar es sinónimo de dos,
saber si eres en mi vida la respuesta que esperaba.
Pero si no lo sabes o lo callas, saber no es sólo un verbo,
saber también es sentir, que al fin nos entendemos.


Luis Carlos Bonilla Sandoval – Abril 11/2009

Fotografia: Luis Carlos Bonilla - Parque de Botero (Medellin)
Ojo: Google

viernes, 17 de abril de 2009

EL LOCO DE LOS CINCOS




































Yo sé que estoy piantao, piantao, piantao…
No ves que va la luna rodando por Callao;
que un corso de astronautas y niños con un vals,
me baila alrededor… ¡Bailá! ¡Vení! ¡Volá!”

Balada para un Loco (Horacio Ferrer)

¡Hey Charlie! Decíme que estás bien bacán, que no tenés frío, y que los achumados de siempre no vinieron anoche a colocarte cigarrillos ordinarios en los dedos. Decíme que los intelectuales abacanados no han venido todavía a joderte con las cámaras de televisión, los discursos repetidos, y el cuento del festival del tango en tu homenaje y tales.

Con la puntualidad de siempre, este es quilombo que escucho desde mi ventana a las cinco de la mañana antes de que empiece el noticiero radial. Me he acostumbrado a la perorata del hombre que se esconde detrás de un árbol, y que “tiene medio melón por cabeza, las rayas de la camisa pintadas a la piel, dos medias suelas clavadas en los pies, y una banderita de taxi libre levantada en cada mano”. Una mezcla rara de penúltimo linyera y de primer polizonte en el viaje a Venus como lo escribió Horacio Ferrer.

Es un loco lindo, es mi reloj despertador, aunque no sé si los demás vecinos lo sientan como propio, yo lo siento mío. Vivo solo, pero esto no me importa. Así también soy feliz. Nunca me preocupé por acoyarme y mucho menos por dejarme abrancar. No tengo perro que me ladre, voy y vengo como el viento, y cuando el loco me recuerda a Carlitos, lloro por las cosas que me gustaban y que ahora solo me conmueven.

¡Hey Charlie! Bajá de tu pedestal, no sigás embretado en tu porteña soledad. Mirá que si no tenés gomina, y no te para bolas una feba de la Cuarenta y Cinco, solo tenés que prender un faso de los que te dejan los borrachos que suben en primera cuando van a la casa pensando en la disculpa que le dirán a la percanta que los espera desde ayer en la catrera. Viejo, mantené la sonrisa de siempre, y ya. Te juro que si te sentís mal, vendré con un poema y un trombón viejo a desvelarte el corazón amigo Charlie, y perdoná si te falto el respeto y no te digo Don Carlos Gardel, pero es que yo a mis amigos los trato con confianza.

Son las seis de la mañana. Lo sé porque el Loco de los Cincos ha terminado de hablar con Carlitos, y el noticiero ha interrumpido para darle paso a la publicidad.

Afuera el estruendo metálico de los buses que suben y bajan, el humo y la polución que sale de sus tubos de escape, el grito destemplado del médico que arregla la depresión, los chismes alzados de la mujer que sale todos los días con una escoba a barrer el andén y a esperar con quien alacranear, los semáforos locos que dan tres luces celestes, las ofertas de muebles para pagar a crédito, las canciones que salen de la vitrola del bar que no cerró, el olor a manteca rancia que se desprende de la fritadora de pasteles, la humedad de los techos, el sonido que producen las puertas de las casas de empeño que esperan la llegada del parcero con el botín y las biyuyeras, el bullicio de muchachas que bajan presurosas para el colegio, las carreras de los varones que van para el laburo y al final los pasos largos de la secretaria que será recogida por su jefe en la esquina de la frutera donde las naranjas le tiran azahares al Loco de los Cincos.

La mañana sigue en el mismo lugar en el que la dejé cuando me fui a preparar el almuerzo y a escuchar el radioperiódico del medio día. No avanza, y por el sonido seco como de cabeza rota que entra por mi ventana, se que los bacanes están siguiendo la trayectoria interminable de una bola de billar, y es muy seguro que el lustrabotas con su baranda que espanta, les esté ofreciendo como todos los días, el betún que se necesita para que los tamangos luzcan como nuevos.
En los bares ya no hay malevos ni pillos. Ahora hay fajados.
Nada es igual en las calles del destino ingrato. Lo único que ha cambiado es la casa de Carlitos, aunque dicen por ahí que para el festival de tango de Medellín, le van a meter biyuya para que luzca como en sus mejores años.

Las seis de la tarde. Las edificaciones de la Avenida Oriental se adornan con sus mejores sombras y silencios, y los habitantes que esta mañana bajaron presurosos por la calle principal del barrio, suben cansados con sus historias bajo las pilchas. Yo no sufro de esos avatares. Mis sueños siguen intactos. Soy libre.

Las nueve de la noche. La radio anuncia un festival de tango para la gente linda, y yo pregunto sin poder hacer nada:

¿Acaso no tienen derecho a soñar con María de Buenos Aires y los adoquines de San Telmo los que se le trepan a la ternura de locos que hay en los locos, y en el Loco de los Cincos?

Silencio en la noche, ya todo está en calma, y desde mi ventana del barrio Manrique en Medellín, puedo ver a Carlitos embretado lejos de su Buenos Aires querido y de la niebla del riachuelo que lo amarró al recuerdo, lejos de los barcos carboneros que jamás van a zarpar, y de su Abasto donde aprendió a cantar para que se le escuchara mejor el día que sus ojos se cerraran y que el mundo siguiera andando. A pesar del frío sonríe como todas las estatuas. Tiene su gomina y luce sereno. Los borrachos le han llevado cigarros, y las viudas flores y peticiones escritas en papelitos que han dejado en las hendijas de los muros enrejados que lo rodean.

¡Hey Charlie! ¡Hey viejo Charlie! ¡Te vine a brillar las placas mijo, con este pañito nuevo! Vos sabés parcerín que conmigo no hay pierde, conmigo todo es a lo bien. Y si no había venido antes a darte la vueltica, es porque andan diciendo por ahí que van a recoger a los linyeras pa’ llevarlos al manicomio pa’ que no los vean los turistas que vienen a lo del festival. Pero fresco mi llave que estoy mosca, no me jaboneo. A mí no me pillan así de una. Viejo Charlie, así que salí a volar conmigo, subite a mi ilusión super-sport, y vamos a correr por las cornisas con una golondrina en el motor, y fresco mijo que yo lo traigo a su pedestal antes de que suba el primer bus pa’ que se pueda abrir a los amores y pueda recibir más tarde el homenaje del alcalde y del cónsul de Argentina, y si no querés salir conmigo en el noticiero, yo me abro y nos pillamos después. ¿Tolis?

Y el Loco de los Cincos se fue silbando calle abajo con su pañito rojo en la mano, y con el pucho de la vida apretado entre los labios, y cuando llegó a la esquina de la frutera, levantó el pulgar en dirección a la estatua de Carlitos el solitario, y le gritó con alegría que lo quisiera pa´ siempre así, piantao, piantao, piantao.


Son las cinco de la mañana de cualquier día, y el Loco de los Cincos no apareció para hablar con Carlitos.

Seis de la mañana del mismo día.
La radio está anunciado en su segmento de noticias de última hora, que en la madrugada de hoy durante una batida de orates e indigentes que realizaban las autoridades con el ánimo de mantener limpios los lugares turísticos de la ciudad de Medellín durante el festival de tango, un hombre al que le decían el Loco de los Cincos se había subido a la parte más alta del Edificio de los Espejos para que no lo atraparan, y que después de muchos intentos de persuasión por parte de los bomberos voluntarios y de la policía, se había arrojado desde una cornisa con una banderita de taxi libre levantada en cada una de sus manos, y gritando que lo dejaran tranquilo, que solo quería atrapar una golondrina para llevársela a Charlie el solitario una madrugada de festival.


Luis Carlos Bonilla Sandoval (Medellín, junio 19 de 2008)
Fotografias: Luis Carlos Bonilla Sandoval

jueves, 16 de abril de 2009

ESTO Y MUCHO MÁS
















Mi lucidez solo retorna cuando pienso en ti barrio distante,
cuando te siento el padre putativo de los que negamos la posibilidad de ser adultos,
cuando recuerdo tus esquinas en las que descubrí el sabor del beso que se roba y del beso que se da,
cuando reinvento tus calles por las que corrí detrás de un balón mientras pensaba en mi primer amor.

Barrio:
Eres refugio de cinéfilos solitarios que le huyen al DVD y a las palomitas de maíz hechas en horno micro ondas,
eres la musa para los escritores que buscan salir del anonimato,
eres tribuna abierta para los poetas y marxistas,
eres la oscuridad perfecta para los amantes a escondidas y el grafiti,
eres la aventura que vende la prostituta de la esquina,
eres el vidrio roto de una ventana indiscreta.

Barrio:
No te lo dije nunca, pero me gustas cuando te conviertes en el paraíso de los locos que miran tu luna en noche de vampiros,
y que lo mejor de todo, si no te lo han dicho todavía,
es que todos sin tenerte, tenemos cabida en tu regazo.

Luis Carlos Bonilla Sandoval – Abril 1/2009

Fotografías: Luis Carlos Bonilla Sandoval - Santiago de Cali

martes, 7 de abril de 2009

DILEMA

























Caminé tus fronteras pronunciando tu nombre,
indocumentado como siempre quise,
atrapando alegrías entre montes y valles,
soñando tus ojos, pensando en tu boca, jugando en tu pelo,
a tu lado mi amor, sentía la vida.

Velando tu sueño sentí que te amaba,
y fue sólo hasta entonces que busqué refugio en tu pecho.
-¿Escuchas mi corazón bajo el Vesubio amigo mío?
-Escucho tu corazón, siento que explotas-
-Entonces camina mi piel, hazla muy tuya, viaja sin prisa,
deja tus huellas, bebe mi sangre,
y no preguntes si habrá sol en mi lecho…cuando suba la tarde, los dos moriremos.

Bebí de tu vida, me quedé en tus besos,
cerré mis ojos en la otoñal penumbra,
busqué el aroma que imaginé en tus senos, luego tu puerto… mi melancolía.
No eras mi amiga, no era tu amigo,
éramos uno... y uno de los dos hoy moriría.

Tuve que morir por haberte amado,
pero quiero que sepas antes del olvido,
que no fui irresponsable, respeté la vida,
que fue primero mi amor, luego el deseo,
que no es egoísta quien muere en el placer sin freno,
egoísta es quien calla en vida... lo que el corazón le dice.


Luis Carlos Bonilla Sandoval – Abril 7/2009

Fotografia: Luis Carlos Bonilla Sandoval

     DIATRIBA FRENTE AL ESPEJO®   Como sabía que en el Taller de Literatura de la universidad, el profesor me iba a preguntar el signi...