jueves, 24 de junio de 2010

MARIANA DE LA NOCHE

































-Yo recuerdo muchas cosas suyas y mías. Hasta parece que fue ayer cuando la vi aquélla tarde en primavera, y las manos le tomé por vez primera mientras escuchábamos a Roberto Ledezma.
También me acuerdo cuando llegaba a la banca del parque en donde me encontraba con mis amigos contando películas, me miraba directo a los ojos, se pasaba la lengua por los labios, y me decía uva curuba-


La mujer a la que me dirigía, no era otra que mi novia de colegio, sólo que ahora tenía otros años, no se cuántos, pero que a decir verdad, le lucían, y a la que poco o nada parecía interesarle mi parlamento setentero. Después de muchos años de no verla, me sentía como un simple mortal al que Sandro no le iba a ayudar como lo hizo en el pasado, pues en estos tiempos de música electrónica y reggaetón, nadie se cree el cuento de “…tus labios de rubí de rojo carmesí, parecen murmurar mil cosas sin hablar…”


Quise recordarle que nos habíamos dado besos con lengua en cine, y que ella me había dado besos de mariposa con sus pestañas mientras nos despedíamos en la puerta de su casa, pero así como pensé en decírselo, me contuve. Nunca fui capaz de expresarle nada con mis palabras, entonces, como lo hice antes de que la juventud se fuera, me puse todo serio, y comencé a construir un monólogo acomodado con la letra de una canción de Yaco Monti que siempre me gustó: “Que tienen tus ojos, que yo no te olvido. Que tiene tu pelo, que vive en mis manos. Que tiene tu boca que muerde mis horas…”



Cuando terminé, creí que me regalaría una sonrisa como las de antes, pero en vez de hacerlo, se retiró lentamente las Ray Band, retuvo el humo de su cigarrillo Kent por algunos segundos, me miró con desdén, y con tono de aburrimiento dijo:
-¡Que vaina con vos! ¡Seguís siendo el inmaduro de siempre! Quiero que sepás de una buena vez, que no me interesan tus historias ni tus canciones. “Tu amor es un periódico de ayer, que jamás procuro ya leer.” Te fuiste hace años, incumpliste la cita que teníamos y que hoy se me antoja obsoleta, luego a los pocos días de tu partida, me llega una carta en la que sin muchas explicaciones, comentabas que vivías en otra ciudad, y hoy, como si nada hubiera pasado, te aparecés diciéndome que sos escritor, y que “Como te extraño mi amor porque será…” Es bueno que sepás, que mi vida es otra desde entonces. Ahora todo cuesta y cada precio es diferente, me llamo Mariana de la noche, y me voy porque me esperan.



Parado bajo el vano de la puerta del bar en donde nos hemos encontrado, y sin saber que hacer con el ejemplar de mi único libro publicado que no pude entregarle, la vi alejarse, dejando tras de sí, el aroma volátil de su Channel Nº 5 mezclado con humo de cigarrillo. Un hombre gordo de ésos que no faltan en las historias de hoy, se la llevó en un auto lujoso.


Un nuevo capítulo de mi vida se cerraba, convirtiéndose sin querer, en el borrador de una de mis historias, en un amor desesperado que no tiene mañana, pero como no iba a continuar persiguiendo un recuerdo que ya no hacía parte de mi vida, me dije: “Luis Carlos, nada de nervios. Tenés que seguir escribiendo”. Así que sin pensarlo mucho, dejé de lado el corazón, me coloqué mi gorra bolchevique, salí del bar, extraje un aerosol de pintura roja que siempre cargo en mi mochila, y en una pared solitaria que encontré en mi barrio, escribí el nombre de ella y el mío junto a una leyenda que decía: “…escapemos de esta vida. Viva el Ché y los Rolling Stones…”

Luis Carlos Bonilla Sandoval

Fotos: Luis Carlos

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