sábado, 17 de enero de 2009

EL VIEJO QUE LLEGÒ DEL MAR


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La primera vez que supe de su existencia, me encontraba como era mi costumbre, caminando por los acantilados en las playas del Rodadero, y recuerdo que ese día lo vi flotando a la deriva cubierto de algas y caca de pelícano, lo que me llevó en un principio a confundirlo con el tronco de un árbol viejo.


En esta mañana, desde el lugar en el que me encuentro tratando de no perder ninguno de sus movimientos, me doy cuenta de que después de haber estado bronceándose por horas sentado sobre una silla de lona, se ha adentrado en el mar, pero que sólo lo ha hecho hasta el lugar en donde las olas lo golpean suavemente, y que cubriéndole los ojos, lleva los espejuelos ahumados que me intimidan.


No se ha quitado en ningún momento los calcetines azules que utiliza como zapatos, y además trata de cubrir los caracoles arracimados que penden de sus verijas, con unos calzoncillos ensopados que me han permitido apreciar su exagerada delgadez de almendro seco, y la extraña protuberancia muy brillante por cierto, que pareciera estar emergiendo al lado derecho de su estómago arrugado.


Permanece inmóvil con el agua un poco más abajo de las rodillas, quieto y torcido su ojo izquierdo, quizás insomne el derecho, entreabierta su boca, descolgada la mandíbula, y por supuesto, vuelvo y lo repito, con esos desproporcionados espejuelos oscuros que le permiten mirar a todos lados sin ser visto. Su figura y sus barbas verdosas, me han llevado a pensar que quizás el hombre sea la encarnación moderna del “Monstruo de la laguna negra”, ese tritón aceitunado que vi alguna vez en una película, y que me desveló durante muchas noches cuando era chico.


He sentido ganas de tocarlo mientras se acomoda las antiparras para ver si es real, para decirle que conozco sus secretos, y que no lo perderé de vista cada vez que entre en el mar, pero me he contenido, pues como si tuviera la posibilidad de leer mis pensamientos, me ha mostrado dos hileras de dientes irregulares y filosos que han hecho que desista en mi empeño.


No lograba establecer la fecha de su llegada, pero la relacionaba con las medusas que aparecían muertas a lo largo de la playa, y este fenómeno parecía guardar alguna conexión, pues el día que lo vi a la deriva, además de tener adheridas a su cuerpo plantas marinas y costras de guano, también tenía pegada a su vientre una colonia considerable de pólipos y medusas conocida con el nombre de Carabela Portuguesa, la misma variedad que los ingenieros de Invemar recogían desconcertados cada mañana, y de ser ciertas mis sospechas, estaba obligado a informar a las autoridades locales para que tomaran las medidas respectivas antes de que se extendiera por toda la zona una pandemia ocasionada por la podredumbre de las medusas muertas, y por las que en medio de estertores gelatinosos morían cada vez que el viejo abandonaba las aguas del mar para tomar baños de sol.


El tiempo pasó, y con los últimos coletazos del Katrina, y los olores pegajosos que se desprendían de la manteca rancia de los refritos de mojarra y aceite de coco, la pestilencia desapareció. Consideré que todo volvía a la normalidad, tanto que el viejo dejó de ser visto como una abominación para convertirse en parte del paisaje, y en modelo para los artistas de temporada que dejaron de lado la elaboración de figuras mitológicas y castillos con arena comprimida, para dedicarse de tiempo completo a moldear la figura del anciano.


Un día cualquiera mientras me encontraba en la capital supe que algunos artesanos habían hecho prisionero al viejo una noche mientras caminaba por la orilla del mar con su carga de crustáceos y moluscos adheridos a la piel, y que después lo habían acostado en la playa para luego cubrirlo con una mezcla de arena y cieno, amasijo con el que moldearon su figura de tamaño natural sin que les importara los pataleos y los chillidos de gaviota que salieron de su garganta.


Nunca más volví a saber nada de él, pero para tranquilizarme y dejar de lado el horror que me inspiraba el recuerdo de su imagen, me hice a la idea de que había muerto asfixiado.

Llegó el mes de diciembre, y como todos los años viajé hasta la bahía con la intención de descansar, y por supuesto conocer un poco más del final triste que supuse, había tenido el viejo de las gafas ahumadas.

Cierta mañana, durante una de mis caminatas, escuché a un grupo de pescadores que decían que el mar estaba bajando de nivel, y que mientras recogían sus aparejos a dos horas de camino del tercer espolón, se habían topado con un niño que se encontraba sentado en la orilla del mar sacando agua con un caracol, y que luego vaciaba su contenido en un orificio hecho con uno de sus dedos en la arena.


Como recordaba la historia que me había contado mi madre hacía muchos años acerca de un niño mítico que se encontraba en una playa haciendo lo mismo, y que según la leyenda le había dicho a un hombre con fama de incrédulo que acertó pasar por su lado, “que era más fácil colocar toda el agua del mar en el orificio en la arena, y que un camello pasara por el ojo de una aguja, antes de que un incrédulo ingresara al reino de los cielos”, salí en busca del chiquillo, pensando que el niño de la historia que me habían contado, y el niño del que hablaban los pescadores, podían ser la misma persona.


Después de caminar algunas horas, lo avisté, y puede comprobar que lo dicho por los pescadores era cierto, y que el niño era el causante, puesto que cada vez que recogía agua en el caparazón, el mar se distanciaba de la playa.


Cuando estuve frente al pequeño me agaché, y con asombro pude ver que el orificio por el que vertía el agua, no era otra cosa que la boca calcificada del viejo que sobresalía de la arena. Lo supe porque en el interior de la misma, se veían los dientes filosos que nunca olvidé, y también porque reconocí su cuerpo de almendro seco del que ahora pendían jirones de piel para beneplácito de los caracoles ermitaños que habían convertido lo que quedaba del anciano, en un lugar para ocultarse de sus depredadores, y en una despensa de la que extraían lo que quedaba de sus entrañas.


Interrumpiendo lo que parecía ser un juego, el niño dejó de lado el caracol, me miró sin inmutarse, amplió el orificio de la boca del viejo, se introdujo a través de ella, y desapareció sin dejar rastro.

Luego sobrevino una nueva podredumbre ocasionada por las montañas de peces de todas las especies que aparecieron muertos en lo que alguna vez fue el lecho del océano, y con ellos llegó la peste y la muerte para extenderse más allá del horizonte, convirtiendo la palabra mar en algo prohibido.


Después de ese día, y hasta el día de hoy en el que me encuentro recluido en un hospital siquiátrico, me he seguido preguntando, incluso en las noches cuando persigo cucarachas para alimentarme, que si el niño que vi en la playa, y el de la historia que me contó mi madre habían sido la misma persona, pues de la existencia del viejo del mar no me quedaba ninguna duda. Tenía en mi poder sus colmillos filosos que me colocaba para ahuyentar a los médicos que llegaban con estudiantes de la facultad de medicina a revisar mi caso, y por supuesto para espantar a las enfermeras que me inyectan tranquilizantes, y para evitar sorpresas, bajo el colchón de mi camastro, mantengo oculto su ojo insomne para ver en las noches, y sus gafas ahumadas para mirar a todos lados sin ser visto.


Marzo 5 de 2007

6 comentarios:

Sara Mansouri "Saroide" dijo...

¡Hola, Luis Carlos! He tenido el placer de devolverte la visita. Me ha encantado este cuento con ecos de Lovecraft y Roald Dhal (en sus relatos para adultos). Genial.

¡Nos leemos! s :)

Rembrandt dijo...

Guauu Lukas que relato!!! Siempre he tenido la fantasía de que los llamados locos , tienen la virtud de "ver" mucho más allá de lo que vemos los "normales" . Será así, existirá un mundo que no alcanzamos a ver y ellos sí???

Me gustó mucho la canción (fortuna). Excelente.

Grxs querido amigo por tus lindas palabras de siempre, sos muy cálido.

Ah !!! casi olvido decirte, ya preparé el mate , pero como hace mucho calor lo tomamos debajo de aquel árbol, si??

Te beso y que sigas muy bien.

Carmen Conde Sedemiuqse dijo...

Vendre a leer, gracias por la visita.
Besos y amor
je

Neverknowsbest dijo...

Buaffff... ¡qué grande! Así de bien escribe la gente por estos lugares. Me ha encantado la historia, sobre todo el esbozo del principio.

Un saludo desde tierras lejanas.

Neverknowsbest dijo...

Es verdad lo que dice saroide, parece inspirado en Lovecraft.

Me quito el sombrero
y seguiré leyendo,
para que un aprendiz como mi menda
aprenda
de los grandes escribiendo.

Unknown dijo...

Hola
Aquí estoy visitando tu blog, una maravilla tus relatos. Gracias por tus lindas palabras . Cecy

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