domingo, 29 de marzo de 2009

NOCHE NO TE VAYAS











He sentido la necesidad de pintar las líneas de tu cuerpo, y de pedirle a mi tristeza que te diga muy despacio, y al oído, que quiero llorar porque sin quererlo me estás dando la vida.

Imaginándote en las sombras te he dicho “te quiero” sabiéndote mi amiga.
He robado la penumbra que encierran tus ojos, he sembrado anclas en tu talle hasta sentir tus huesos, he guardado tu recuerdo para que trascienda mi alma torturada.

Durante mi marcha por tu piel al compás del tictac profundo y sin color de un reloj distante, tus besos me llevaron hasta los humedales que nacen donde termina tu vientre. Has gemido sin pronunciar mi nombre, y embriagado de ti, ya imagino mis noches solitarias con tu nombre apretado entre mis puños.

¿Podré volver a caminar entre tus pasos?
¿Podré volver a vestirme con tus huellas?

Caminé tus hombros después de besar tus cejas, no sin antes hacer mía la punta de tu nariz casi perfecta.

¿Puedo darte un beso?
Me dijiste que sí, y yo como si presintiera que puedo hacerme daño en el destino incierto del abismo de tus labios, lo hice con lentitud tratando de grabar para siempre en mi alma tu sabor soñado.

¿Me regalas un beso que jamás pueda olvidar?
Lo hiciste como se despide a un marinero que ha bebido sus nostalgias en un sordo cafetín.

El viento está lejos. Escucho su llamado. Me espera más allá de las fronteras de tu reino.
Ya la noche se ha pintado de amanecer, y luce su vestido salpicado con los grises de la bruma. Debo partir para evitar las aguas negras de Estigia, y las intenciones repetidas del barquero, pero no he podido hacerlo. Has entrelazado tu cuerpo con el mío desnudo.

Noche no te vayas.
Su perfume ausente y los besos que para ella inventé,bien lo sabes, son parte de un instante que construi con letras de canciones, y si acaso no la vuelvo a ver, por favor dile que fue mi muchacha, mi tristeza, mi fruta jugosa, la miel en mis ojos, el dulce en mi boca, mí tarde serena.


Luis Carlos Bonilla Sandoval – Marzo 27/2009

Foto: Google

viernes, 27 de marzo de 2009

MÁS ALLÁ DE TODO











“La trigueña Encarnación, cuando se pone a bailar, no hace más que tararear lo que la orquesta interpreta…”
(El paso de Encarnación / Larry Harlow)


Esta mañana cuando desperté me vi muerto en mi lecho, pero a diferencia de muchos cadáveres que había visto, el mío era bello, exquisito, y hasta podría asegurar que sólo descansaba.
Al verme tan tranquilo me fui acercando con cierta discreción, pues consideré que de hacerlo con prisa y morbo, podría ocasionar alguna clase de ruido y romper el fascinante momento que estaba viviendo, y por consiguiente ser partícipe de la aparición del olor a tierra húmeda y removida que antecede a la podredumbre.
¿Pero si yo estaba muerto, cómo había muerto?

Era difícil saberlo, pues lo único que recordaba era que la noche anterior, y hasta la madrugada, había estado dándole gusto a mi cuerpo y al espíritu, y que mientras departía con algunos amigos, había visto a una mujer que me cautivó, y que en ese ir y venir de miradas y de ganas, había aceptado bailar conmigo sin conocerme.

Recuerdo que tenía una mirada profunda que permitía ver reflejados en sus ojos cortejos evanescentes de figuras encapuchadas, cuyas siluetas no parecían ser humanas, y que ante este acontecimiento extraño quise liberarme de sus manos, pero desistí cuando me sonrió relamiéndose los labios con la puntita de la lengua:
-Me llamo Encarnación como la mulata de Larry Harlow. No temas. Lo que has visto es lo que nunca te atreviste a aceptar, lo que no hiciste por culpa de la moral que te inculcaron-

Pasó una semana después de nuestro primer encuentro, y dos antes de que me animara a buscarla, y en esta mañana, o quizás noche (los muertos no tenemos horario), recuerdo que al llegar a su casa la besé y descubrí que sus labios eran fríos. Quise tenerla ahí mismo, pero me detuvo mirándome como un animal nocturno y asustado que hace uso del compuesto blanco de su retina, de la superficie reflectora que permite que la luz rebote hacia el frente del objeto para darle a sus ojos una segunda oportunidad de absorber la luz de las imágenes.

-Quiero que me des el calor que guardas en tu boca, quiero que me hagas sentir que estoy viva, quiero que me ames toda la vida, todos los años, los meses y los días-
Encarnación me condujo a través de los valles y las cordilleras que le atravesaban el cuerpo, y fue entonces que aparecieron entre nosotros deliciosos roces provocados por convexidades que nos arrastraron hasta placeres líquidos que se encontraba encerrado en nuestros cuerpos.
Sentí que su piel florecía, y hasta parecía que sus movimientos se habían aferrado a cada uno de sus huesos para que su cuerpo crujiera sobre el mío. Creí ver que había envejecido, que se marchitaba en medio de su blanca palidez, y que el salón en el que nos encontrábamos era un espacio aprisionado por todo aquello que existía en la tierra.
No la volví a ver más.

Con el paso de los días extrañé sus olores, la desolación de su cuerpo, y sus pocas alegrías. Durante muchas noches, el recuerdo de sus ojos tristes y profundos, me acompañaron.
Sin que Encarnación hubiera hecho nada diferente a querer encontrarme, nunca más quise saber de ella, y creo que ese fue mi peor error, pues desde ese día comenzaron mis noches de infortunio y mi lucha contra un ser invisible que se negaba a abandonarme, y que cada noche respiraba mi aire.

Sé que todos los sueños se pueden controvertir sin que importe si las imágenes están desfilando a una velocidad vertiginosa. Pero yo no he soñado los sucesos. He recordado una noche en el tiempo, y ahora lo único cierto es que estoy muerto, que tengo una sonrisa vacía dibujada sobre mi rostro, que mi cadáver ha sido olvidado, que mi boca todavía huele a la boca de ella, lo mismo que mi piel, que no hay aire en el lugar en el que me encuentro, que sólo existe el que se ha quedado atrapado en mis puños, sobre todo en el de la mano izquierda en la que me falta el dedo meñique que Encarnación me cortó una noche mientras dormía acosado por su recuerdo.

Luis Carlos Bonilla Sandoval - Junio 3 de 2007

Fotografia: Luis Carlos Bonilla Sandoval

miércoles, 25 de marzo de 2009

DE REPENTE













Para llegar hasta tu reino, viajé durante muchos amaneceres en los cuales tuve que enfrentarme a igual cantidad de horizontes, y durante mi recorrido desperté hálitos vivos y tibios en los que pude observar que el color negro tenía un azul, y el azul un opaco en el que escuchaba llorar a la nostalgia.

Luego a tu lado abracé el alba del invierno y sentí tu coraza de flores. Supe que eras cierta y te dije que me gustaría amasar la noche contigo y salir disfrazado en la mañana de horizonte, y que si llegaba otra noche, nos sentáramos en un cacho de la luna antes de amarnos para que me hablaras cuando callabas, porque estabas como ausente.

Hubiera querido decirte que acariciaba la idea de ser tu séptimo sentido, el nudo en tu garganta, la silla que te aguanta, tu peine de color, contar contigo.
También quise decirte que dobláramos las calles para guardarlas en cajitas de colores sin que nos importara la lluvia y el desorden de la gente.
Quise decirte que sembráramos guayabas, quise decirte que quería ser el calcio que te dan tus vitaminas, y que al final, si estábamos juntos, ser el cordón umbilical de tus zapatos.

De repente de la risa se hizo el llanto silencioso y blanco como la bruma, y de las bocas distantes nació el adiós.
De repente de la calma se hizo el viento que de los ojos deshizo la última llama, y de la pasión se hizo el presentimiento, y del momento inmóvil se hizo el drama.
De repente, no más que de repente, se volvió triste lo que se hizo amante, y solitario lo que se había hecho contento.
De la amiga próxima se hizo el amor distante, y se hizo de la vida una aventura errante.
De repente, no más que de repente.

Luis Carlos Bonilla Sandoval – Marzo 24/2009

sábado, 21 de marzo de 2009

ARGUMENTOS





-Dígame qué opina de mí, pero no se arrodille- Dijo la guerrera mirándome a los ojos después de haber terminado de grabar las letras de su nombre, el Mei de los de su estirpe sobre la superficie de su Katana, de su Oda Nobunaga como lo repetía durante las pocas noches de luna que me regaló.
No supe que contestar. Su pregunta había llegado en un momento que no esperé vivir a su lado, y hoy irrumpía con toda la furia de la lava.

Dentro de mi corazón no habían argumentos para defenderme. Todos los había gastado años atrás cuando traté de llegar al final del arco iris en donde creí que todo era posible.

Sentí ganas de gritarle muchas cosas, de decirle que hasta ayer había creído que estaba hecha del azúcar que utilizan los gnomos para hacer las alas de las mariposas, y que hoy, mientras me desangraba, descubría que su corazón estaba hecho de jade, pero la amaba demasiado para romper el pacto , y aunque mi piel estaba hecha de rabia, no tuve el valor de decírselo mientras buscaba en sus ojos el amor del que hablan los poetas.

Después de haber esperado por ella durante muchas lunas, perderle el respeto que se había quedado conmigo cuando escribí su nombre con gotas de rocío sobre una hoja de papel de arroz, no es de guerreros.


Luis Carlos Bonilla Sandoval, Marzo 21 de 2009

miércoles, 11 de marzo de 2009

DESEOS


















Yo quisiera salvar esa distancia,
ese abismo fatal que nos divide,
y embriagarme de amor con la fragancia
mística y pura que tu ser despide!

¡Yo quisiera ser uno de los lazos
con que decoras tus radiantes sienes!
¡Yo quisiera, en el cielo de tus brazos,
beber la gloria que en tus labios tienes!

¡Yo quisiera ser agua y que en mis olas,
que en mis olas vinieras a bañarte,
para poder, como lo sueño a solas,
a un mismo tiempo por doquier besarte!

¡Yo quisiera ser lino, y en tu pecho,
allá en las sombras, con ardor cubrirte,
temblar con los temblores de tu pecho
y morir del placer de comprimirte!

¡Oh, yo quisiera mucho más! ¡Quisiera
llevar en mí, como la nube, el fuego;
mas no, como la nube en su carrera,
para estallar y separarnos luego!

¡Yo quisiera en mí mismo confundirte,
confundirte en mí mismo y entrañarte;
yo quisiera en perfume convertirte,
convertirte en perfume y aspirarte!

¡Aspirarte en un soplo como esencia,
y unir a mis latidos tus latidos,
y unir a mi existencia tu existencia,
y unir a mis sentidos tus sentidos!

¡Aspirarte en un soplo del ambiente,
y así verter sobre mi vida en calma,
toda la llama de tu pecho ardiente
y todo el éter de lo azul de tu alma!

¡Aspirarte mujer... de ti llenarme,
y en ciego y sordo y mudo constituirme,
y ciego, y sordo y mudo, consagrarme
al deleite supremo de sentirte
y a la suprema dicha de adorarte!

Salvador Díaz Mirón (1853 – 1928)

Fotografia: Google

     DIATRIBA FRENTE AL ESPEJO®   Como sabía que en el Taller de Literatura de la universidad, el profesor me iba a preguntar el signi...