Voy a esperar a que el sol se oculte, que desaparezca el horizonte para verte.
Sé que la luz es un puñal de acero que destroza tu cuerpo, mi deleite,
que debo aguardar hasta que las campanas de la iglesia se silencien,
estar vestido de penumbras cuando salgas del sepulcro,
y ser tu elíxir de vida más allá de la muerte.
Las horas han pasado, y el sol ha muerto. Ya siento tu presencia y tu perfume.
¡Oh placer querida mía! Las sombras no ocultan tus líneas a mis ojos, puedo ver tu piel desnuda, tus pechos palpitante... tu sexo, lo permites.
Con los ojos me pides que te ame, que te deje beber mi sangre, que es preciso, que el amor es entre dos, y es para siempre.
Entrelazados sobre el piso de la cripta, sintiendo como clavas tus navajas en mi cuello, te he dicho que quiero ser una alma centinela, dejar atrás Estigia y a Caronte, hundirme contigo en las tinieblas de la muerte en vida, seguir siendo tu amante, que hagas de mi lecho durante tres noches tus dominios, ser la envidia del que vive sus desesperanzas, y no ser tan sólo un cadáver que yace junto al tuyo en una tumba de sueños infinitos.
Luis Carlos Bonilla Sandoval – Junio 23/2009
Imágenes: Internet/Google