Llevo conmigo espejismos amarillos, la tarde inclinada
El silencio prolongado de un jilguero que quizás no vuelva.
Y en mis botas desgastadas, el crujir gris de viejos adoquines.
He dejado en mi ventana la luz del día quemándose en el cielo
Una canción de invierno, lluvia de marzo, marfil roto
Un techo antiguo sin golondrinas ni cigüeñas
Y en mi cuaderno, un final caduco que he escrito con sigilo.
Luis Carlos Bonilla Sandoval
Nivelles (Bélgica) - Marzo 09/2018
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